"Yo soy yo y el resto es ilusión y ruido"
Fernando Vallejo escribe La puta de Babilonia contra la Iglesia católica.
Fernando Vallejo, contra la Iglesia. Su libro La puta de Babilonia, que acaba de publicar en España Seix Barral, es un alegato contra "la católica, la apostólica, la romana, la jesuítica, la dominica, la impune bimilenaria...". Esa Iglesia contra la que arremete el gran escritor colombiano, una de las voces más originales y más fuertes de la narrativa en español, "tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia y aquí se las voy a cobrar". Tímido, huidizo y genial, Vallejo (Medellín, 1942) responde por correo electrónico cuestiones sobre ese libro, en el pórtico de una feria que tiene a su país de nacimiento (del que reniega y al que ama, todo a su manera) como protagonista.
"La Iglesia es mala por naturaleza, así como la noche es oscura. La maldad de la Iglesia nace con ella"
"Bush, Aznar, Berlusconi... Ahí van los granujas santurrones de la política turnándose al servicio de la Puta"
PREGUNTA. Fernando, ¿cómo nace un libro suyo?
RESPUESTA. Ni sé, nunca había pensado en eso. Creo que la respuesta depende del libro. Por ejemplo, Los días azules, que trata de mi niñez y de mis más lejanos recuerdos, lo escribí en 1984, a los 42 años, o sea, con una distancia temporal de varias décadas entre lo vivido y el momento en que lo pasaba al papel. El fuego secreto, que trata de mi juventud en Medellín, lo escribí al año siguiente, o sea, que la distancia temporal se acortó en diez o quince años. Mi biografía de Barba Jacob, el poeta colombiano, me tomó diez años de investigación; mi libro de biología, doce años de estudios; mi libro de física, unos cuatro, y Mi hermano el alcalde, otros tantos de espera, los que tuve que dejar pasar hasta que mi hermano Carlos, el protagonista, me diera por fin permiso de contar sus hazañas como alcalde de Támesis, un pueblito colombiano perdido en las montañas de Antioquia. Ningún libro mío, sin embargo, me ha tomado más de un año pasarlo al papel, y Mi hermano el alcalde lo escribí en seis semanas.
P. La puta de Babilonia, el último, tiene a la Iglesia como protagonista. Antes fue Colombia, la madre, el hermano, el propio protagonista en las laderas de Medellín. Y ahora la Iglesia. ¿Qué parte de su memoria forma la Iglesia?
R. La de la infancia, que tanto me amargó con la amenaza del infierno por mis infinitos pecados, como el de masturbarme pensando en los compañeritos de la escuela, o la de las comuniones sacrílegas, que son las que resultan de las confesiones a medias, como cuando uno dejaba de contarle al cura justamente eso. Hoy si un niño le cuenta historias de éstas al cura, éste le pide los teléfonos: el del niñito que se confiesa y el del objeto de sus desvaríos sexuales para encaminarlos por la senda del bien. ¡Pobres curas! Les tengo compasión, sufren como yo por el desbarajuste de nuestras cabezas. Yo lo que odio es de obispo para arriba.
P. El libro es un recuento de la maldad de la Iglesia. ¿De dónde nace esa maldad?
R. De su mismísima esencia. La Iglesia es mala por naturaleza, así como la noche es oscura. La maldad de la Iglesia nace con ella, o sea, por el 320 cuando la secta cristiana a la que le dio por llamarse a sí misma "católica", o sea, universal, se montó al carro del triunfo del emperador Constantino y desbancó a las otras sectas cristianas (como las de los gnósticos, los ebionitas, los elkesaítas, los adopcionistas, los docetistas, etcétera), y luego las exterminó.
P. ¿Y qué consecuencias ha tenido? Nada más comenzar el libro, ya hay uno de los legados más terribles: la Inquisición. ¿Eso fue lo peor?
R. No me siento capaz de establecer graduaciones en la interminable lista de sus crímenes. Todos son horrendos, y despreciables por lo hipócritas, porque los criminales que los cometieron los revistieron siempre con el ropaje de la santidad y las sotanas. Y hoy tenemos suelta por todo Occidente, como si nada hubiera pasado, a la inmunda secta de Domingo de Guzmán, vergüenza de España, los dominicos, los que presidieron durante siete siglos la que tú dices, la Inquisición, durante los cuales persiguieron, torturaron y quemaron, mientras pudieron, a miles y miles y miles y miles con el cuento de que eran herejes o brujos. ¡Hijos de sus malas madres los dominicos! Hay que meterlos presos y proscribir esta secta inmunda.
P. La Iglesia está ahí desde hace treinta siglos. ¿Cómo es posible que haya tenido ese poder incólume?
R. Porque es una ramera y siempre ha sabido montarse al lecho del que detenta el poder, empezando por Constantino y siguiendo por Justiniano y por Carlomagno y por Carlos V y por Felipe II y por Franco, etcétera. Ahora la consigna de esta ramera es evangelizar a los políticos y a los poderosos. Ya tienen de su lado a George Bush, protestante, pero que viene a ser lo mismo. Pablo VI y Wojtyla bien que pusieron toda su maquinaria de espionaje de curas y monjas al servicio de Reagan y Estados Unidos y contra la URSS. Hoy el concubinato es con Bush, con Aznar, con Berlusconi, con el que agarren... Y ahí van los granujas santurrones de la política turnándose al servicio de la Puta.
P. ¿Y cuando terminó el libro respiró hondo? ¿Está ahí todo lo que quiso decir del asunto? ¿O aún queda más en su conciencia, y en su literatura con respecto a la Iglesia?
R. Nada, no queda nada, ya me olvidé del asunto. Ahora me dedico a buscar muchachos prostitutos.
P. Ha escrito libros memorables, La virgen de los sicarios, El desbarrancadero, ha escrito biografía, un libro contra Darwin. ¿En qué lugar se sitúa La puta de Babilonia?
R. Me tienen sin cuidado esos libros. Los escribí por desocupación, por ganas de joder, como diríamos en Colombia, donde este verbo sólo significa molestar y no copular como en España.
P. Es sabida su aversión al uso de la tercera persona, que le hace dejar a un lado los libros. ¿De dónde viene su pasión por la primera persona?
R. A mi manía de decir siempre la verdad. O mejor dicho, mi verdad.
P. ¿El espejo es la primera persona?
R. Yo soy yo y el resto es ilusión y ruido.
P. Escribe con una enorme torrencialidad y con un ritmo extraordinario. ¿Está la música en ese ritmo, o la música es algo menos físico, más interior?
R. La literatura es prosa (no verso) y la prosa es sonoridad, ritmo, música. Ninguna frase puede tener ni una sílaba de menos ni una sílaba de más o se jodió, "se la llevó el Putas", como decimos en Antioquia.
P. ¿Cuál es, en todo caso, la música que le impulsa?
R. Voy a escribir un libro, el último, El don de la vida, sobre mi muerte inminente y el balance de mi desastre, y lo voy a escribir oyendo a José Alfredo Jiménez, a Leo Marini, a Daniel Santos...
P. La gente que le conoce dice que es, en la escritura, insobornable, que sus palabras son a veces cuchillas que degüellan lugares comunes. Pero que en persona es encantador, un tímido extraordinario. ¿Hay un autorretrato que establezca sin dudas quién es Fernando Vallejo de a de veras, como dicen en México?
R. ¡Qué sé yo, Juan! Dilo tú.
P. Colombia es el país invitado a la FIL. Usted no está. ¿Por qué?
R. Que la ministra de Cultura de Colombia y Padilla se metan su feria por el culo, que yo me meto cosas más interesantes.
P. Colombia. ¿Qué es?
R. ¿Para mí? Un amor fracasado. -
La puta de Babilonia. Fernando Vallejo. Seix Barral. Barcelona, 2007. 320 páginas. 19,50 euros
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