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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rusia, sin controles

La OSCE no debe renunciar a vigilar los comicios pese a las trabas impuestas por Putin

Las trabas puestas por el régimen ruso a la misión de observación que debía supervisar las elecciones a la Duma del 2 de diciembre han llevado a la OSCE a suspenderla. Aunque no hay niveles de obligado cumplimiento, en las elecciones de 2003 la OSCE contó con más de 400 observadores en Rusia. Ahora el régimen de Putin sólo aceptaba 70, y estaba retrasando los visados. Una misión así no se puede limitar al día de los comicios, sino que para comprobar que unas elecciones han sido libres y sin fraudes debe trabajar sobre el terreno con antelación. Pero la Organización para la Seguridad y Coo-peración en Europa debería haber perseverado en su intento. Comprensiblemente, la oposición en Rusia se ha sentido defraudada y abandonada.

Así se socava lo que es una de las mayores aportaciones de la OSCE al avance de la democracia. Todos los países miembros, incluido Estados Unidos (con 16 observadores) y España, se someten a estas inspecciones y a la elaboración de posteriores informes sobre la limpieza o no de sus comicios. Los últimos publicados versan sobre las elecciones en Bélgica, Kazajistán y Ucrania.

Putin cree que su partido, Rusia Unida, que encabeza personalmente, arrasará el 2 de diciembre, despejándole el camino para su permanencia en el poder aunque no en el cargo, pues no puede volver a presentarse en 2008 a las presidenciales. Las encuestas lo confirman. ¿Por qué poner trabas a la misión de la Oficina de Defensa de la Democracia y Derechos Humanos de la OSCE? Puede interpretarse como un paso más para socavar la arquitectura de seguridad en la Europa de la posguerra fría, después de la suspensión por Rusia del Acuerdo sobre Armas Convencionales en Europa.

Desgraciadamente, Rusia no está sola en el rechazo a tales misiones de control de limpieza electoral. El Ejecutivo de los Kaczynski se negó a aceptar tales vigilantes en las últimas elecciones polacas; y las perdió. El caso de Rusia es el más grave, pues se trata de un gran país que está viviendo una regresión hacia el autoritarismo y el antioccidentalismo. La OSCE no debe dejar que este mecanismo de control se marchite. España, que lo preside este año, debe proponer en la reunión ministerial del 29 y 30 de noviembre en Madrid las medidas para evitarlo.

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