Adulteración
El otro día iba en un taxi escuchando la enojada voz de un hombre en la radio del vehículo. La combinación "taxi+comenta-rista airado" me hizo intuir que se trataba de la Cope, aunque, seamos autocríticos, la Cope no es la única emisora con tertulianos crispados. El tipo hablaba de la pregunta que el diputado verde Garrido presentó al Gobierno sobre la supuesta agresividad del Rey contra el impresentable Chávez, y en vez de criticar la pregunta en sí (que a mí desde luego me pareció oportunista y absurda), y como argumento contra Garrido, mencionó que era el diputado que había apoyado el Proyecto Gran Simio. Y ahí soltó una serie de sarcasmos sobre los que pensaban que descendían del mono y los que, como él mismo, sostenían que el hombre era el centro de la Creación. Le escuché turulata y casi sin dar crédito a lo que oía, porque sus arcaicos argumentos eran un calco de los de los creacionistas que, hace 150 años, se mofaban de Darwin. ¡Siglo y medio de desarrollo para llegar a esto!
Es posible, sin embargo, que el comentarista no sea una antigualla intelectual, sino que tenga el cerebro comido por el sectarismo. ¿Qué tiene que ver la tontuna de un diputado con los grandes simios? Ésta es una de las cosas que más lamento del estado de bronca constante en que vivimos: que temas sociales de envergadura, problemas generales que nos afectan a todos y que no tienen un color político concreto, son tergiversados, manipulados y utilizados como material arrojadizo contra el oponente. Como el Proyecto Gran Simio, que simplemente habla del respeto a los seres vivos; como el urgentísimo debate de la muerte digna, tan vergonzosamente adulterado en el caso Leganés; como el apoyo a las víctimas de ETA y la condena sin paliativos a la banda. Por favor: son cuestiones importantes y comunes. No las ensuciemos.
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