Sin perdón
Reconozco el poder adictivo y el lenguaje hipnótico de la serie 24, el comprensible enganche del espectador a las adrenalínicas y excesivas hazañas del estoico, legendario y sacrificado Jack Bauer, el idealizado héroe de ficción que tanto necesitan en la realidad los lobos de la Casa Blanca, el ángel insomne que libra a su patria en el plazo de un día de los desastres apocalípticos que intentan perpetrar los luciferinos enemigos de Estados Unidos. Está tan primorosamente realizada esta serie que puede incitarte a disculpar o a sentir empatía hacia la metodología profesional del salvador del mundo libre, experto en aplicar sabiamente la picana y demás sofisticadas o elementales torturas físicas y psíquicas a los terroristas hijos de Alá o de su puta madre, incluyendo la amenaza de eliminar a sus mujeres e hijos. Y por supuesto con la bendición de Dios y del hombre honesto o tramposo, tanto da, que preside la sagrada patria.
En el tenebroso documental Taxi al lado oscuro (Canal +), retrato de la legitimada tortura a presos que la palmaron o que pueden contarlo, inocentes o culpables, en las cárceles de Bagram, Abu Ghraib y Guantánamo, también hablan de Jack Bauer. Y de la risa que le provocan a Bush las reglas de la Convención de Ginebra. El muñeco tejano pregunta con sorna: ¿qué quiere decir eso de atentar contra la dignidad humana? Y del estupor de los soldaditos torturadores al constatar que les condenaron por cumplir con su deber, por seguir órdenes no escritas. Y de la impunidad de los mandos militares cuando se descubrió el intolerable pastel. Y de la incontestable convicción del torturador de que la víctima siempre acabará contándole lo que él quiere oír, sea verdad o mentira.
Aseguran que todo vale en la guerra. Sobre todo, si la ganas. Este documental lo niega. Y te hace dormir mal. Y entender aquel lamento de Neruda: "Sucede que me canso de ser hombre".
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