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Crónica:FUERA DE CASA | OPINIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

El arte de callar

Vale tanto, o más, lo que callamos como lo que decimos. Saber callar, un arte complejo. Como saber hablar en el momento adecuado y con las palabras justas. Llevo la semana recordando un inteligente, y útil, manual que me gustaría regalar a más de uno. Incluso a uno muy grande de España. Una vez se lo regalé a Pío Cabanillas, hijo. Entonces era vocero de Aznar. Desconozco el uso que hizo, pero hace mucho que guarda silencio. Lo cual no es malo cuando no tienes algo que decir que sea más valioso que el silencio. Ésa es una de las lecciones del manual que fue abate francés llamado Dinouart. Un charlatán, polígrafo, libertino y muy aficionado al sexo femenino, lo cual le costó la excomunión. Años después escribió El arte de callar, tuvo una vejez más tranquila aunque menos comulgante. Lo publicó el conde de Siruela, que no es poca cosa en el arte de saber callar. Disfrazado de Mortadelo -mi particular homenaje al maestro Ibáñez, el dibujante charlatán que nos enseñó que también en el franquismo nos podíamos reír- me acerqué a la presentación del libro nada simulador en su parcialidad. Un libro de parte, que el escritor Suso de Toro dedica a mayor gloria de su amigo y presidente. Y allí estaba, el locuaz protagonista, el respetuoso no silencioso, de José Luis Rodríguez Zapatero, entre el autor y Angels Barceló, además de las presencias previsibles por si pasaban lista. Después de demostrar su control sobre lo que se debe decir, lo que se debe callar aquí o en Chile, me pareció que en el Instituto Cervantes, el controlado presidente estaba con su lengua suelta. ¿Le regalo el manual?

Dice su amigo Rogelio Blanco, y sin embargo leonés y director general del Libro, que la primera vez que se fijó en Zapatero fue en un recital de Gamoneda. Entonces un socialista muy joven, muy nervioso, "era un verdadero San Vito", que todo lo miraba, escuchaba y recibía "como alguien que se está esponjando". La tarde del libro, Madera de Zapatero, ante su locuacidad me acordé de "¡más madera, esto es la guerra". Entre el silencioso Buster Keaton o el charlatán Groucho, los restos de su marxismo le acercarán al gran Groucho. Aunque tipológicamente siga lejos de los hombres con bigotes y de los fumadores de puros. Sostiene Zapatero que él es un hombre de palabra y de palabras: "El silencio en política es autoritario. Por ejemplo, el silencio con Franco. Me contaron una anécdota en la que alguien le hablaba a Aznar y éste no contestaba".

A Zapatero no le gustan los que se callan. Me estoy haciendo un lío. En esta luz de domingo me acerco a dos sonoros silencios. Dos habladores que ahora prefieren callarse, Alfredo Landa y José Luis García Berlanga. Que hablen, que me callo.

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