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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Memento circus'

Se dice que los elefantes tienen una gran memoria, tan grande como ellos. Que no olvidan, que no perdonan. Se dice que no se debe dar agua a los elefantes, porque su sed es infinita. Un novelista es en cierto modo como un elefante: su memoria es enorme y está llena de agua que fluye y crea personajes, formando los meandros de un mundo verosímil. Y eso es lo que ha creado con rara sensibilidad Sara Gruen: la memoria del circo en los años duros de la Gran Depresión. Para ello ha dado su voz a Jacob Jankowski, un nonagenario que acuna sus últimos años en la humillación de un geriátrico. Un circo se instala cerca y Jacob, sufriendo los estragos de la vejez ("la edad es un ladrón terrible", dice), vuelca un torrente de recuerdos, de cuando trabajó como cuidador de animales en el circo de los Benzini Brothers y se enamoró de una elefanta, Rosie, y de la mujer que la montaba, Marlena, y pasó el desastre de la estampida de las fieras, y el dinero casi no existía y se salía adelante intercambiando cosas o sacrificando caballos. Jacob, el veterinario del circo, se acuerda de todo, de lo importante y de lo accesorio que hace que comprendamos lo importante, y de eso se encarga Gruen, fiable médium de una vida de emoción, ilusión y tragedia, pues no es su vida, la novelista sólo tiene un elefante en casa.

Agua para elefantes

Sara Gruen

Traducción de Manu Berástegui

Alfaguara. Madrid, 2007

463 páginas. 19,50 euros

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Siguiendo a Flaubert

Agua para elefantes es una novela redonda, casi perfecta. Todo tiene su misión en el engranaje narrativo, incluso las fotos, preciosas imágenes de los archivos de la mítica compañía circense los Ringling Brothers. La escena inicial con la Marcha del Desastre nos introduce de inmediato en la terrible realidad de la pista, cuando algo ha ido mal y algunos han pagado las consecuencias. Luego, al final, Jacob volverá a esa escena grabada a fuego en su retina y nos revelará una verdad nueva, todavía más truculenta y que servirá al lector de resonancia para toda la historia que ha ido creciendo a lo largo de cuatrocientas páginas. Y entre medio está la experiencia del amor y el sufrimiento. De principio a fin la novela está recorrida por la tensión y el movimiento, no hay apenas páginas sin acción, inocuamente descriptivas.

Todo sucede como en la pista, sin dar respiro al espectador; cuando las últimas carcajadas despiden a los payasos, ya entra la mujer cabalgando de pie sobre los caballos, o las panteras se enfrentan al látigo con rugidos furiosos o los trapecistas se besan en el aire. Así se nos presentan las escenas fuera de la carpa que protagonizan Jacob, Marlene y August, el marido de ésta y domador, hombre cruel y vengativo. Jacob, huérfano, se inicia tardíamente en el amor. Su inquietud por dar de comer a los animales, por curar sus heridas, por vigilar su sueño, lo mantiene en vilo. Y la novela rueda con los trenes que transportan desde el último clavo de la carpa a los hipopótamos, arriba y debajo de unos Estados Unidos más pobres que nunca; se monta y desmonta en sus carpas, cocinas, establos, tiendas que cobijan pasiones, miedos, placeres. La novela rueda con un lenguaje preciso, crudo y a la vez tierno, sin voces en off, sin chirridos ni gallos en sus notas altas.

Cada uno de los personajes de Agua para elefantes es irreprochable y necesario para sostener esta emocionante y bien trabada novela. Tío Al, el dueño del circo, Grady, Marlena, el pobre Camel, y finalmente la elefanta, verdadera protagonista de la historia, quizá más que el propio Jacob, pues en el fondo la memoria y el leitmotiv de la narración pertenecen a Rosie. La atmósfera infantil que impregna el circo tiene su contrapunto en la crudeza de las escenas eróticas, en la violencia de August y la falta de escrúpulos de Tío Al, en el huracán de la estampida que cambia la dirección de sus vidas. Y el anciano Jacob, amargado entre cuidadoras que le medican y pretenden así inutilizar su memoria, gracias a un regalo del destino puede regresar tantos años después a su verdadera casa, la casa del circo. -

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