Buenas noticias
Una de las cosas que no soporto de los programas de radio matinales es una sección que casi todos tienen y que suele llamarse La buena noticia del día. Normalmente es un espacio patrocinado por una compañía eléctrica o de comunicación (una de esas empresas abstractas) que relata un suceso feliz para imprimir optimismo a la retahíla de malas noticias que contienen los informativos. Es cierto que es desolador leer o escuchar una desgracia tras otra (desastres naturales, homicidios, cierres de empresas, subida de inflación), pero esa necesidad de afirmar "hoy por lo menos ha pasado algo bueno" me parece una cursilería. El propósito de que cada mañana no salgamos de casa con una depresión de caballo es encomiable, pero el remedio de la noticia bonita es demasiado ingenuo. Para mí una buena noticia no es necesariamente que se hayan plantado mil árboles en Grecia o que se llegue a un pacto internacional para salvar a las ballenas. Ésas son noticias maravillosas, desde luego, pero hay un tipo de suceso que alegra al lector u oyente sin tener un carácter positivo explícito. No son esencialmente buenas noticias, pero se convierten sin duda en acontecimientos divertidos. Todo esto lo digo porque esta última semana ha sido de las más graciosas en cuanto a materia prima para la prensa.
En primer lugar, el "por qué no te callas" es uno de los momentos más impactantes de los últimos tiempos. Vale que la bronca haya desencadenado cierta tensión con Venezuela y que sea preocupante que dos jefes de Estado se pongan a discutir como porteras en una cumbre, pero por encima de eso está la frase, el momento o el "momentito", como le decía Zapatero al Rey cuando intentaba apaciguarlo. Javier Sardá lo decía en la tele horas después de lo acontecido: esa frase respira Historia, va directa a la enciclopedia.
Menos impacto informativo pero idéntica eficacia humorística ha tenido el efímero arresto de Melendi cuando volaba hacia México en estado de embriaguez. Desde luego, esta noticia no me habría hecho ninguna gracia si llego a ser uno de los pasajeros de ese vuelo y un cantante borracho la monta en el avión obligando al comandante a regresar a Madrid. Pero como lector me fascina que un señor que anuncia barritas de chocolate diciendo "éste es el chocolate que más me pone" trate de montar un botellón a 10.000 pies de altura. Y en primera clase, además.
Pueden llamarme frívolo pero eso de que los informativos se tomaticen me parece estupendo. Todo lo que sea quitar gravedad a los temas serios es lo más sano que podemos hacer. Esta semana el país ha estado bastante divertido. No digo que hayan abundado las buenas noticias, pero sí hay algunas que por lo menos despiertan la sonrisa. Pero si aquellos que intentan convertir esa sonrisa en carcajada son juzgados y multados, como los dibujantes de la revista El Jueves, mejor nos olvidamos del asunto y volvemos a espacios patrocinados con La buena noticia del día.
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