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Reportaje:

Federer, más obligado que nunca

El suizo se juega el pase ante Roddick, al que asesora Connors

Andy Roddick juega hoy apoyado por seis de los mejores tenistas del mundo. En su grupo de fans falta Roger Federer, claro. Es su rival. El número uno. El hombre que puede quedarse fuera de las semifinales del Torneo de Maestros por primera vez en sus seis participaciones. Federer necesita ganar. Y Roddick, que ya está clasificado, vengar tres puntos de partido y muchas latas de cerveza. "No hay ninguna razón para que esté nervioso. Puedo salir ahí fuera y dejarla volar", avisó el estadounidense. "Puedo jugar y apostar por mis tiros, ser agresivo, intentar noquearle fuera. Estoy seguro de que tendré, por lo menos, unos siete chicos gritando a mi favor para que haga eso". En Shanghai, la lógica es aplastante; nadie quiere jugarse un puesto en la final con Federer.

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Roddick se enfrenta a su gran fantasma. Ha perdido 14 de sus 15 partidos contra el suizo. El asunto es grave. Le ha provocado dolores de cabeza y alguna resaca. Los dos sufrimientos tienen un denominador común: Jimmy Connors.

Jimbo Connors fue el último recurso de Roddick. Jimbo viaja poco. Jimbo entrena poco. Jimbo habla mucho. Hace un año, en Shanghai, Roddick jugó contra Federer, y Connors le dio una orden: "Saque, agresividad y a la red". Su pupilo tuvo tres puntos de partido. Jugó uno de los peores tie-breaks que se recuerda. Y vio cómo Federer le dejaba plantado, camino del baño, tras empatar el encuentro. Un set después, Roddick fue quien entró en el pasillo. Le esperaba, según cuenta la leyenda, un rapapolvo histórico. Había perdido.

Ahora, Connors y Roddick hablan por teléfono. "Se levanta a la una de la mañana para ver mi partido", dice el jugador estadounidense. "Está feliz porque estoy siendo muy agresivo". Roddick puede vengar hoy su derrota en la cita de Shanghai del año pasado. También la que le dejó fuera del Abierto de Estados Unidos de este año. O la que le eliminó del Abierto de Australia. Entonces perdió y se bebió de un trago una cerveza.

Fue una orden directa de Connors. Alcohol contra los malos sentimientos. "Me siento miserable y horrible. Me han machacado", dijo. "Lo bien que duerma depende de cuánta cerveza me beba", añadió decepcionado. Y se fue. Roddick tiene hoy su gran oportunidad. Y no se la toma a broma. ¿Cómo planea el partido?, le preguntaron. La respuesta llegó cargada de malos recuerdos: "Con mucho cuidado".

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