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Tribuna:COYUNTURA INTERNACIONAL
Tribuna
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¿Cabe algo peor?

Los diferentes indicadores de la coyuntura económica internacional presentan un cariz tan problemático, que uno no sabe con cuál quedarse para empezar a lamentarse. El petróleo, al que acompañan otras materias primas, alrededor de los cien dólares por barril; el dólar, acercándose a los 1,5 por euro; los tipos interbancarios, con primas de riesgo de seis décimas y la crisis crediticia sin final nítido a la vista; el crecimiento de la actividad, desacelerándose; las tasas de inflación, repuntando... ¿Caben noticias peores? Por supuesto, y puede que veamos todavía alguna vuelta de tuerca en varios de estos indicadores. La combinación de perturbaciones es muy variada, sin que se pueda decir que ninguna de ellas, por separado, haya desempeñado un papel decisivo.

El riesgo está ahora en que las expectativas de los consumidores y los inversores en las principales economías se enquisten a la baja

El parón inmobiliario en EE UU, y sus consecuencias sobre el crecimiento, llevaba más de un año manifestándose, al igual que la debilidad del dólar. Lo mismo le sucedía a los precios del crudo y de las materias primas desde que nos dimos cuenta de que los riesgos geopolíticos ocultaban el empuje de la demanda de China y la India. Tocaba desaceleración, y lo admirable era que el precio del petróleo no se trasladaba a los restantes precios de la economía o que el crecimiento mundial, ventajas de la globalización, ya no dependía únicamente del tirón de las economías avanzadas. Hay buenas noticias, por supuesto, y tienen que ver con ese mismo dinamismo de las economías emergentes, o sus envidiables primas de riesgo y la estabilidad internacional que implican, o la disciplina competitiva que siguen aportando a la economía mundial, pero también con el buen nivel de las cotizaciones bursátiles en todo el mundo.

En este contexto global, en tensión por los precios de las materias primas y el síndrome de cansancio de las economías occidentales, la crisis de las hipotecas de mala calidad y, sobre todo, su materialización en las carteras de activos de los grandes bancos de inversión, no han podido llegar en peor momento. El riesgo está ahora en que las expectativas de los consumidores y los inversores en las principales economías se enquisten a la baja limitando la eficacia de las políticas aplicadas para resolver la crisis crediticia, obligando a las autoridades económicas y monetarias a lidiar a la vez con la inflación y una desaceleración más acusada de lo previsto.

José A. Herce es profesor de la Escuela de Finanzas Aplicadas.

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