Mekong, vida en el agua
EL DELTA DEL MEKONG, situado en Vietnam, en la península de Indochina, se extiende en un ramal de innumerables brazos de tierra que se intercalan con canales amplísimos de agua, grandes superficies de tierra entrecruzadas por estrechos riachuelos atravesados por frágiles puentes de caña, a veces de un solo palo, para apoyar los pies, y de una única barandilla de bambú para sujetarse.
Un lugar para vivir, tanto en la zona terrestre como en el agua, donde habitan miles de familias, unas en casas flotantes y otras en viviendas estilo palafito, soportadas por largos palos, más largos cuanto más esperan la subida del agua con la marea.
La organización es casi perfecta. En las casas flotantes descubrimos escuelas, centros sanitarios, iglesias, lugares de reunión... La ropa de la familia cuelga de percheros exteriores totalmente al aire. Los niños corretean por la superficie de madera, y se adivina que los hay pequeños cuando se descubren redes alrededor para evitar que se caigan al agua. También bajo las casas crían peces, pequeñas piscifactorías alimentadas por la propia familia; pero no sólo peces, también cocodrilos que acompañan a la familia durante años hasta que alcanzan el tamaño suficiente para que sean rentables.
Todo el mundo se desplaza en pequeños juncos o barcas de caña que manejan con una pericia y una velocidad insospechadas en personas tan delgadas y de tan poca envergadura, sobre todo en los días de mercado, cuando la aglomeración de barcas es tal que apenas se vislumbra el agua entre barca y barca.
Y en las zonas terrestres, donde también la población es importante, se dedican al cultivo de pequeñas extensiones de arroz, a la cría de algunos animales y a la fabricación de caramelos de coco, buenísimos; licores, cestería, recolección de frutas... Y viven sobre todo de la pesca, mucha pesca. Peces enormes y de aspecto a veces un poco horripilante, pero de carne blanca y con un agradable sabor.
Y pese a la pobreza y las duras condiciones de vida, los vietnamitas son gente acogedora, sonriente y de una amabilidad exquisita con el viajero.
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