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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El amigo francés

Sarkozy reconcilia a Francia con EE UU, pero logra mantener una cierta distancia crítica

Sarkozy ha desplegado sus dotes de encantador de serpientes para meterse en el bolsillo al Congreso norteamericano y la Administración de Bush. Olvidado queda el no de Chirac a la invasión de Irak y el cambio temporal de nombre de las french fries (patatas fritas) en el Capitolio. El solemne discurso, en francés, del presidente de Francia no es sólo de un viejo amigo que busca la reconciliación, sino también de un francés que quiere preservar un margen de maniobra.

Chirac fue hasta la llegada de Sarkozy el más proamericano de los presidentes de la V República, tanto que Washington estuvo convencido casi hasta el final de que París se uniría a la invasión de Irak. Pero Chirac optó por no dejar solo en el rechazo al canciller alemán Schröder. Fue todavía con este canciller cuando ya empezó la reconciliación entre Berlín y Washington, que Merkel ha acentuado. Francia y Alemania se encuentran ahora en sintonía sobre sus relaciones con EE UU, sin esperar a la salida de Bush de la Casa Blanca. Y ahí queda Zapatero descolgado.

Para "reconquistar el corazón de los americanos", Sarkozy les ha dicho lo que querían oír y que no por ello es menos verdad: EE UU salvó a los franceses en dos Guerras Mundiales; está de su parte en el "combate" (no usó la palabra "guerra") contra el terrorismo; considera "inaceptable la perspectiva de un Irán con armas nucleares". También garantizó que Francia seguirá en Afganistán el tiempo que haga falta y se reintegrará militarmente en la OTAN. Pero no mencionó la guerra de Irak, ni comprometió ayuda alguna sobre el terreno.

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Fue el discurso de un amigo; no de un incondicional. Lo demuestran sus críticas contra la política del dólar débil, que conlleva nada menos que un "riesgo de guerra económica". O contra los "excesos y abusos" del capitalismo financiero, que, según su parecer, exigen "reglas y salvaguardias". También abogó por la reforma de la ONU y por que EE UU se ponga a la cabeza de la lucha contra el calentamiento global. Apostó así no sólo por mejorar las relaciones con Bush, sino por preparar la agenda con la siguiente Administración. Por eso fue tan jaleado y aplaudido. Por eso y porque los americanos nunca han dejado de admirar a Francia y lo francés. También ellos buscaban y querían esta reconciliación.

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