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Madrid no aplica la Ley de Dependencia por "discriminatoria"

La consejera cree que sólo atañe a "nuevos dependientes" y el Gobierno lo niega

Patricia Ortega Dolz

Por fin ayer se vio el tapón que mantiene congelada en la Comunidad de Madrid la aplicación de la Ley de Dependencia, aprobada en el Congreso el pasado enero. Por fin la consejera de Asuntos Sociales, María Gádor Ongil, dijo a las claras cuáles son las razones por las que no firma el convenio con el ministerio, que conllevaría la ayuda automática de 250 euros a los llamados "grandes dependientes" y el desembolso de 23 millones de euros para atender (con distintos tipos de prestaciones) a los 23.400 que se calcula que existen en la región. "Nosotros queremos que computen a los que ya están siendo atendidos, que se reconozca a todos los dependientes que ya estamos atendiendo con algún tipo de prestación porque si no es discriminatorio y parece que se quiera premiar a las comunidades que no han cumplido anteriormente".

De las 6.000 personas examinadas en Madrid, el 40% son grandes dependientes
Según la Comunidad, más de 130.000 afectados reciben ayudas

Y ahí está el origen del bloqueo que mantiene a miles de personas, como a Lucila Domínguez, de 84 años, a la espera de una ayuda que no llega. Como 10.000 personas más, según los datos facilitados ayer por la Dirección General de la Dependencia, la hija de Lucila reivindicó en mayo el derecho que le daba la nueva ley y presentó su solicitud. Su madre, con un 83% de minusvalía reconocida por la Comunidad de Madrid hace ya años, sólo tenía derecho a que alguien la atendiera durante 50 horas mensuales, repartidas como a ella, prejubilada convertida en cuidadora, le viniera bien. "Obviamente", dice, "con una persona en un estado semicomatoso como mi madre, he necesitado contratar a otra por 750 euros para que me ayude, y sin poder hacerlo legalmente, porque no tiene papeles y no se los dan", explica.

Lucila es una de las 6.000 privilegiadas que ha recibido su valoración y forma parte del 40% de esos 6.000 que, según Ibarrola, han sido valorados como grandes dependientes. En julio recibió la primera respuesta de la Comunidad, en la que le reconocían un grado tres de dependencia con nivel dos (el más alto). La siguiente carta -presumiblemente redactada por alguna de las 66 personas que el Gobierno regional contrató para hacer las evaluaciones- la recibió anteayer: "Se pondrán en contacto con usted al objeto de darle audiencia previa para establecer de forma consensuada, entre las alternativas que se propongan, el servicio o prestación más adecuado a su situación". Aún no lo han hecho.

El de Lucila es un caso que representa perfectamente la situación actual. Según lo dicho ayer por Ongil, el desarrollo de la Ley de Dependencia (materializado en el citado convenio -y anexos- todavía por firmar), no permitiría que Lucila recibiese las nuevas ayudas, por tratarse de una "antigua" dependiente. Sin embargo, el propio escrito que le envió la Comunidad a Lucila y a su hija alude a la nueva legislación e incluso pormenoriza los tipos de ayudas a los que podría acogerse, entre ellos el más excepcional de todos: la dotación económica.

Porque lo que la nueva ley establece no es que "sólo puedan ser computados los nuevos grandes dependientes", como dijo la consejera, sino todos los que sean clasificados como tal a partir del momento en que entró en vigor (el pasado 23 de abril). A los ojos de los servicios asistenciales de la Comunidad de Madrid, Lucila era una persona con una minusvalía del 83%. Pero ahora, con la nueva nomenclatura y los nuevos parámetros (iguales para todo el Estado), tiene una nueva clasificación: es una "gran dependiente" y, en consecuencia, una de las españolas que tiene derecho este año a recibir las ayudas y servicios establecidos por la nueva norma.

"Es completamente falso que el Gobierno no quiera atender a todos los grandes dependientes; lo que el Gobierno quiere es que se les evalúe con arreglo a los parámetros actuales y se les destine la atención que necesitan, ni más ni menos", aseguran fuentes del Ministerio de Asuntos Sociales. "No se trata ni de nuevos ni de antiguos dependientes, se trata de evaluar a todos aquellos que cumplan los requisitos que establece la ley para garantizarles su derecho: un servicio adecuado", aclaran.

En el caso de Lucila tendrán que reconocer, como en el de muchas de las 137.139 personas que, según la consejería, reciben alguna asistencia de la Comunidad, que no es suficiente la atención que venía recibiendo (50 horas mensuales). Y deberán ofrecerle una prestación más ajustada a su situación (y a la de su hija).

El hecho de que Madrid haya dicho a las claras que, "para que no haya ciudadanos de primera o de segunda", quiere "que computen todos los dependientes", es algo que, de facto, ya están haciendo otras comunidades como Andalucía o Valencia. En ambos casos computan a "grandes dependientes" que ya estaban siendo atendidos de algún modo por los servicios sociales de esas comunidades sin que eso haya supuesto ningún problema más allá de valorarlos como tales.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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