El Madrid pierde la imaginación
El equipo de Schuster no sufre ante el Olympiakos pero echa de menos al ausente Guti
Hay equipos a los que les basta con cumplir con el manual. No es el caso de este Madrid, que o juega en estado febril o sucumbe. Si no sale del vestuario con taquicardia, sea en Getafe o en el Pireo, es incapaz de disimular sus carencias elementales. Cuando salta al campo como ayer, a rellenar el formulario, exhibe todos los vacíos, todas esas zonas de sombra que dejaron los grandes futbolistas que se fueron. El equipo que recibió Schuster es como una gran familia que se agota por falta de sucesión. Que Guti, a sus 31 años, sea el último de su especie en la plantilla es casi una señal de alarma. Sin Guti, el Madrid pierde imaginación. Y en el fútbol, la imaginación es esencial. No sólo para desordenar al contrario. Sobre todo, es importante para ordenarse uno mismo.
OLYMPIAKOS 0 - REAL MADRID 0
Olympiakos: Nikopolidis; Pantos, Julio César (Mendrinos, m. 73), Zewlakow, Raúl Bravo (Archubi, m. 51); Galletti, Patsatzoglou, Stoltidis, Djordjevic; Lua Lua y Kovacevic (Konstantinou, m. 80). No utilizados: Panagopoulos; Núñez, Sifakis y Georgatos.
Real Madrid: Casillas; Sergio Ramos, Cannavaro, Heinze, Marcelo; Gago, Diarra; Robinho (Robinho, 82), Sneijder; Raúl (Balboa, m. 82) y Van Nistelrooy. No utilizados: Codina; Torres, Pepe, Drenthe y Baptista.
Árbitro: Lubios Michel (Eslovaquia). Amonestó a Casillas, Sergio Ramos, Djordjevic, Stoltidis y Pantos.
Unos 50.000 espectadores en el Georgios Karaiskakis de Atenas.
Con la maquinaria pesada de los cuatro de atrás al equipo le bastó para no temblar
En ausencia de Guti, Schuster improvisó un medio campo con Gago, Diarra y Sneijder. No habían jugado nunca juntos y tardaron en medir los pases. El desencuentro los desorientó. Gago no consiguió ser más preciso que Patsatzoglou, su contraparte griego. Sneijder, que parece incómodo si no juega al borde del área, intentó meter los últimos pases pero los jueces de línea le levantaron las banderolas. Diarra es el único que no dio síntomas de preocupación. Cuanto mayor es la incertidumbre táctica, mejor se siente Diarra. El hombre es de esos futbolistas que prefieren no tener funciones claras. Se solaza en el descontrol porque le da sensación de libertad.
Entre la bruma marina del puerto de Atenas, frente a un Olympiakos esforzado pero estéril, el Madrid descubrió su verdad. Esa que lo retrata como a un equipo que vive de una defensa que es maquinaria pesada. Con los cuatro de atrás le basta para no temblar. Con los tres de adelante, mantiene a raya a los adversarios. En el medio hay dos mimbres. De ahí, del círculo central, parten los dolores de cabeza de Schuster, del presidente Ramón Calderón, y de Mijatovic, el responsable de confeccionar la plantilla. Es normal. Puesto que se propusieron armar un equipo que juegue bien, los partidos como el de ayer hacen pensar que brillar será una tarea imposible. Si acaso, esporádica. La historia del fútbol no ofrece muchos casos de excelencia donde no hubiera un centro del campo consolidado. A la vista de lo recorrido, la idea original de Schuster, que consideraba a Guti un actor secundario, parece el producto de un delirio.
En la primera parte Van Nistelrooy mandó un balón al larguero tras enganchar un pase de Sneijder. Fue un buen pase. Sneijder no hizo nada mejor en el partido y Van Nistelrooy no se vio en otra igual a pesar de que el Madrid tuvo más la pelota que su adversario. Manejó el partido pero no logró sorprender a la defensa de Nikopolidis. El Olympiakos recurrió al contragolpe. Pero su hombre más profundo fue Galletti, y Galletti se topó con Marcelo. El brasileño gana un centímetro más de oficio en cada jornada. Está decidido a defender su sitio. Y lo está consiguiendo. Es otra buena noticia en la defensa del Madrid.
Como el empate no garantizaba la clasificación, a falta de un cuarto de partido Schuster metió a Saviola y reforzó el medio campo con Balboa. Balboa hizo lo que Robinho no acostumbra. Se pegó a la banda y abrió el campo. Con él, el Madrid se acercó unos metros más a Nikopolidis. Pero, ¿quién puede sorprender a este veterano con armas tan manidas?
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