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Reportaje:

Reencuentro con la Galicia tropical

La tele y el bipartito 'enfrían' el retorno de emigrantes a un país ahora seco

Sonia Vizoso

María Domínguez, que emigró de A Cañiza (Pontevedra) cuando el calentamiento del planeta no era ni ciencia ficción, regresa al noviembre de Galicia embutida en lana y con ganas de comer callos. Hace 25 años que esta tierra es para ella una imagen inodora de sólo dos dimensiones, que entra en su casa de Montevideo a través del canal internacional de TVG. Desde que ayer al mediodía se bajó del avión en el aeropuerto de Lavacolla, el país del que marchó en 1955 ha dejado de ser plano y vuelve a desprender olor. Pero para nada es el mismo. Ni rastro del frío y la lluvia. "Tengo un calor que me ahogo", comenta, asombrada, mientras arrastra las maletas a una temperatura de 22 grados. ¿Desde cuándo Galicia ha emigrado al trópico?

No son recibidos por políticos y ya no les sorprende que haya autopistas
"Hay que evitar la tentación de rentabilizar esto políticamente"

Alrededor de 130 gallegos de Uruguay, Argentina, Cuba y Brasil aterrizaron ayer en Santiago y Vigo en un viaje organizado por la Xunta bipartita, a medias entre la Presidencia del PSOE y la Vicepresidencia del BNG. Pocos familiares y ninguna autoridad política les esperaban. Los reencuentros lacrimógenos de antaño ya no se estilan en la Galicia postfraguiana. "Hay que escapar de la tentación de intentar rentabilizar políticamente estos viajes", argumenta Xosé Francisco Ferreiro, delegado de Vicepresidencia en Ourense y encargado de las actividades y visitas que realizarán los participantes en el programa Volver á terra durante el tiempo que permanezcan aquí.

La diáspora gallega ya no es la misma. Los emigrantes mantienen el contacto con su país de origen a través de la televisión e Internet y ya ninguno se pasma por las autopistas o los modernos automóviles que recorren la paupérrima tierra que dejaron atrás hace medio siglo. El progreso de Galicia ya no les emociona, pero sí el reencuentro con aquellas personas que ni Internet es capaz de acercar lo suficiente.

Antonio Rodríguez, un hombretón residente en Fene, se mueve nervioso ante la puerta de llegada de pasajeros a Lavacolla. Está a punto de ver a su hermana Lidia y, en cuanto lo confiesa, se le llenan los ojos de lágrimas. La última vez que la abrazó fue hace 12 años, cuando viajó desde Uruguay para enterrar a su madre. Esta vez, la visita es de placer y tienen tres meses por delante para disfrutarla.

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Lidia y Antonio fueron dos hermanos emigrantes a mediados del siglo pasado. Ella, que partió recién casada con un bebé de meses, hizo su vida en Uruguay. Él ganó en Francia unas "pesetillas" para construirse una casa en Galicia y regresó. Cinco décadas después de tomar caminos separados, Antonio está en el aeropuerto de Lavacolla para darle la bienvenida a una Galicia distinta. "Que quemen mucha leña, que yo soy muy friolera", pide Lidia, acompañada por su marido, Andrés, antes de salir al aire libre.

José Sánchez retorna a Cabana de Bergantiños, el lugar que abandonó el 23 de septiembre de 1960 "en busca de un mundo mejor". Propietario de una empresa de transporte en Uruguay, no duda en asegurar que lo encontró. Es la cuarta vez que pisa Galicia desde entonces. Varios sobrinos lo rodean mientras él intenta situarse en el tiempo. "Siempre me cuesta unos días darme cuenta de que son los mismos. Pero luego los reconozco. ¡Claro que son ellos!". Y para que conste que, dejando aparte el clima, hay cosas que no cambian, la conversación deriva hacia el buen comer: "Me han prometido una tortilla de doce huevos caseros".

José se despide de sus sobrinos para subirse al autobús que le llevará, con sus compañeros, a una residencia de Vicepresidencia en O Carballiño (Ourense). En este centro, los emigrantes estarán hasta el día 18. Luego tendrán carta blanca para pasar el resto de los tres meses de estancia en Galicia con sus familiares.

Vicepresidencia les ha preparado un programa de actividades, marcado por la "cortesía", que, afirma, reduce los encuentros con políticos al "mínimo". Asistirán a un concierto, harán baile y teatro, y viajarán sobre todo por la provincia de Ourense. La Xunta les ha organizado una jornada con otros mayores gallegos, "para que sean ellos los que les expliquen cuál es la situación", señala el delegado de Vicepresidencia en Ourense.

A María Domínguez, que emigró el 15 de septiembre de 1955, el inesperado calor del noviembre gallego no le ha quitado las ganas de comer callos y de recorrer A Cañiza de punta a punta. Pero, sobre todo, está deseando abrazar a su hija, sus nietos y su biznieto. Y olerlos. Hay penas de la diáspora que la televisión e Internet nunca aliviarán.

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Sobre la firma

Sonia Vizoso
Redactora de EL PAÍS en Galicia. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago. Lleva 25 años ejerciendo el oficio en la prensa escrita y ha formado parte de las redacciones de los periódicos Faro de Vigo, La Voz de Galicia y La Opinión de A Coruña, entre otros. En 2006 se incorporó a El País Galicia.

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