Pánico escénico
Schuster se siente perseguido y en el Madrid no consiguen calmarlo
El Madrid acababa de ganar 4-2 al Olympiakos, hace dos semanas, cuando Bernd Schuster se doblaba sobre sí mismo en un recodo del vestuario. Los testigos se quedaron atónitos al descubrir a un hombre atormentado. Esperaban encontrarse alguien exultante, pero lo que vieron fue una representación de la ansiedad, o del pánico. Schuster parecía haber olvidado el partido, los goles de Robinho, la alegría del Bernabéu. Sólo le preocupaba la prensa. Esperaba que lo llamaran para acudir ante los medios de comunicación como quien aguarda una sentencia. Estaba lívido.
El entrenador del Madrid, hombre impulsivo y sentimental, no consigue argumentar al club la razón de sus temores, exactamente. Pero hay algo ahí afuera, entre los periodistas que le interrogan, le filman y le tiran fotos, que le pone ansioso. Algo que va más allá de su razonamiento. "Vienen a por mí", avisa. Se trata de una intuición que hace un mes le hizo confesar a Beckenbauer, en la televisión alemana, que no sabe si seguirá en el Madrid el año que viene.
Cree que la prensa quiere destruirle, y el sábado acusó al árbitro de prevaricar
El técnico bávaro, de 47 años, está convencido de que un sector cada vez más generalizado de la prensa maquina una conspiración para destruirlo. En el club lo escuchan y lo animan a mantener la calma. Pero cada vez que comparece en una sala de prensa la tensión crece. "La cosa va a peor", confiesan en el Madrid, preocupados. Tras caer ante el Sevilla, en el Sánchez Pizjuán (2-0), Schuster buscó argumentos nuevos para sentirse perseguido. Esta vez acusó al árbitro, Álvarez Izquierdo, de prevaricar en su contra. Para avalar su tesis recordó que Álvarez nació en Cataluña.
La semana pasada Schuster cumplió cuatro meses al frente del Madrid. Desde 1997, cuando arrancó su carrera como entrenador, en el banquillo del Fortuna de Colonia, quiso dirigir a un club grande de España. Tras una década de fatigas en el Colonia, el Xerez, el Shaktar, el Levante y el Getafe, por fin completó su aspiración. En el tiempo que lleva en el Madrid, el equipo ha conseguido diez victorias, dos derrotas y dos empates en Liga y Champions. En la competición europea es el líder de su grupo, y está a punto de clasificarse para la segunda ronda. En la Liga va el primero, y aunque el equipo no ha practicado un fútbol deslumbrante, hacía 18 años que no marcaba tantos goles (25).
Schuster no tiene razones deportivas para entrar en pánico. Ni los resultados, ni su relación con el vestuario, invitan a pensar en una situación desfavorable. Al contrario. Los jugadores están más que conformes con su forma de ser. En general se sienten comprendidos y amparados, y éste es un hecho inédito en el vestuario del Madrid del último lustro. Nadie emite quejas. Los suplentes tampoco. La armonía trasciende a la plantilla. Cuando los demás técnicos del club, los médicos, y los preparadores físicos hablan de Schuster, describen a un hombre honesto, que sabe escuchar y facilita el trabajo de todos. Nada que ver con la figura tensa y altiva que se pone a la defensiva cada vez que lo enfoca una cámara.
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