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Crónica:Undécima jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Villarreal baja de la nube a un Atlético sin defensa

En un gran choque, Nihat firma la remontada del cuadro de Pellegrini, que aprovechó los enormes fallos de su rival

En otra juerga de partido, frenético, maravilloso, lleno de goles, de momentos mágicos, incluso de errores, el Villarreal conquistó el estadio Calderón y bajó a la tierra a un Atlético que vivía en éxtasis. Una jugada de tiralíneas, perfecta, culminada por Nihat tras un pase de dibujos animados de Cani, dictó sentencia contra un Atlético que no mereció tamaño castigo, pero que pagó cara su gran lacra: la endeblez de la defensa, que es una ruina.

El Atlético es puro espectáculo. Para bien y para mal, en su grandeza y en sus miserias, con esas pifias defensivas que producen sonrojo y a las que el equipo logra sobreponerse (casi siempre) porque le sobra metralla en el ataque. Pero ayer no pudo. Y eso que mandó, como es costumbre, desde el inicio.

ATLÉTICO 3 - VILLARREAL 4

Atlético: Leo Franco; Seitaridis, Pablo, Perea, Pernía; Raúl García, Maniche; Reyes (Luis García, m. 76), Maxi, Simao (Jurado, m. 76); y Agüero. No utilizados: Abbiati; Zé Casrto, Antonio López, Valera y Eller.

Villarreal: Viera; Ángel, Fuentes (Cygan, m. 46), Godín, Capdevila; Cani, Senna, Bruno, (Josico, m. 57) Pirès; Rossi (Nihat, m. 46) y Guille Franco. No utilizados: Diego López; Cazorla, Tommason y Mati.

Goles: 1-0. M. 9. Pablo. 2-0. M. 25. Simao. 2-1. M. 31. Rossi. 2-2. M. 42. Fuentes. 3-2. M. 62. Agüero. 3-3. M. 70. Nihat. 3-4. M. 90. Nihat

Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Pablo, Cani, R. García, Perea, Pernía y Maniche.

Unos 53.000 espectadores en el Calderón. Maxi lanzó fuera un penalti (m. 48).

El Atlético es puro espectáculo. En sus grandezas y en sus miserias
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Entre la algarabía general de una afición que se lo está pasando pipa, el Atlético comenzó golpeando duro a un Villarreal que tardó en encontrar su sitio. Ni diez minutos se llevaban cuando Pablo se asomó al área rival y cabeceó con habilidad el envío de Pernía. El Atlético, por enésima vez, se vio con el viento a favor. No le importó, más bien al contrario, que el Villarreal se adueñara del balón. Tiene tanta pegada que cualquier aparición de su gente de ataque se convierte en un acontecimiento.

Confuso se había mostrado Simão hasta ayer, cuando por fin se hizo grande. Dejó un gol para enmarcar. Contactó con la pelota en el costado izquierdo, se fue hacia dentro, desriñonó a Ángel y soltó un zapatazo hacia el palo contrario al que no llegó Viera.

Pero la defensa del Atlético tiene momentos delictivos. Y, además, sus componentes son capaces de solidarizarse en el error. Voló largo el balón hacia Rossi y se armó el lío. Pablo midió mal y se comió el envío, Perea no llegó a rectificar a su compañero y Leo Franco se pensó si salía o no salía. Y, mientras lo pensaba, Rossi elevó la pelota lo suficiente para mandarla dentro.

El Atlético se echó a temblar. Y tembló en aquel córner al que Leo Franco, negado ayer, ni pudo ni supo llegar. Y que Raúl García ni pudo ni supo despejar. Visto lo visto, a Fuentes no le quedó más que fusilar.

El Villarreal se vino arriba. Es éste un equipo de altos vuelos cuya apuesta por el buen fútbol es descarada. Aun así, el máximo culpable de que el Villarreal ganara fue el Atlético con ese mal endémico que le aqueja y que convierte cada acción de su defensa, la más inocente, en un disparate.

El partido empezaba de cero. Y se encontró el Atlético, a la vuelta del descanso, con la oportunidad de marcar de nuevo distancias. Llegó el balón a Maxi, en el vértice del área grande, y el capitán se puso fantástico, inventándose un centro de rabona. El balón golpeó en el brazo de Bruno, en una acción que pareció involuntaria para todos menos para el ayudante del árbitro, que decidió que aquello era penalti. El propio Maxi lanzó la máxima pena, que se fue fuera.

No se inmutó el Atlético, sabedor de que su pegada tiene que darle réditos sí o sí, por mucho que alguno de sus atacantes se mueva en la más absoluta oscuridad, como le ocurrió a Reyes.

Echaba de menos Agüero a su socio favorito, el lesionado Forlán, pero el chico dejó su sello. Simão lanzó una falta y Agüero cabeceó de forma primorosa, saltando más que nadie, respetando todos los tiempos, giro de cuello incluido, para cabecear el balón pegado al poste.

El Villarreal estaba obligado a un nuevo sobreesfuerzo y se puso a la tarea. Con paciencia, ocando una y otra vez, buscó su oportunidad.

Llegó, por supuesto, pues no hay defensa con más afición al regalo que la del Atlético. Nada prometía aquel centro largo con destino a Nihat, pero Perea se encargó de que lo prometiera todo. El colombiano fue incapaz de despejar. Leo Franco, de nuevo, se quedó en tierra de nadie, perdido en un mar de dudas, y Nihat marcó.

Otro error, otro desastre, otro gol recibido. Pero lo mejor estaba por llegar. Se vivían los instantes finales cuando el Villarreal enhebró una jugada de museo en la que tocó y tocó, veinte veces quizá. Llegó el balón a la banda derecha, donde Cani se puso genial para enviarlo raso, con el empeine, a la otra, rumbo a Nihat, el más listo de la clase, que superó al vendido Leo Franco.

Era el tanto del triunfo, la puntilla para un Atlético roto en su defensa, donde anda titiritero, donde tiene un socavón, capaz como es de recibir siete goles en dos partidos en el mínimo margen de cuatro días, dilapidando a golpe de error su fuerza en el ataque, convertido, en fin, en un gigante con la mandíbula de cristal al que el Villarreal bajó de la nube.

Nihat supera la salida de Leo Franco y consigue el cuarto gol del Villarreal, el del triunfo.
Nihat supera la salida de Leo Franco y consigue el cuarto gol del Villarreal, el del triunfo.EFE

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