Jesús Olasagasti, el maestro del retrato
Su excelencia como pintor y su ingenio como dinamizador de la vida cultural donostiarra, a la que vincula con las vanguardias artísticas europeas durante la primera mitad del pasado siglo, son las características más destacadas de Jesús Olasagasti (San Sebastián, 1907-1955). El artista "injustamente olvidado", según María Jesús López de Sosoaga, comisaria de la exposición que la Kutxa inauguró ayer en su Sala Boulevard de la capital guipuzcoana, es ahora rescatado en una muestra antológica que recoge cien óleos y 20 dibujos de su más destacada producción. El conjunto de la obra pone de relieve sus dotes de retratista exquisito, que se prodigó entre San Sebastián, Bilbao y Madrid.
Una antológica reúne en San Sebastián cien óleos y 20 dibujos
Olasagasti es, junto con Nicolás de Lekuona, uno de los principales exponentes de la "generación perdida" de artistas vascos, a quienes la guerra civil truncó una trayectoria inicial vinculada a las vanguardias artísticas europeas. Desde sus inicios, de la mano de Vázquez Díaz, Tellaeche o Martiarena, Olasagasti quiso alejarse de la pintura etnográfica simbolizada en los hermanos Arrúe, o la costumbrista que enlaza con Zuloaga.
En sus viajes a Italia a lo largo de los años treinta conoció a los pintores del Quatrocento; en París, a los cubistas, y en Londres se empapó de los grandes retratistas ingreses. En esa época, Jesús Olasagasti proyecta además estas inquietudes en la vida cultural donostiarra a través de la Asociación cultural GU, de la que fue fundador y dinamizador. Su relevancia lo demuestra el hecho de que en 1931 recibieran la visita de Picasso.
La guerra interrumpe estos contactos con las vanguardias. En la postguerra se impone la supervivencia y, además, un arte poco comprometido. Olasagasti, que ya había destacado desde sus inicios en su maestría para el retrato, como da buena muestra la exposición, cultiva este género para el que es constantemente requerido.
Convertido en el retratista oficial, la comisaria López de Sosoaga destaca la tercera y última época del pintor, la que discurre entre 1950 y 1955, como un tiempo de "luces y sombras", en el que Olasagasti logró crear varias de sus más destacadas obras.
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