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Reportaje:

La liberación de Robinho

El madridista, amparado por Schuster, pide perdón por su retraso, no por la juerga brasileña

Diego Torres

Hay un viejo dilema del mundo del fútbol que pone a prueba a los dirigentes más hábiles. Partiendo de la premisa de que existen futbolistas corrientes y casos extraordinarios, los responsables de los clubes se ven obligados, tarde o temprano, a discriminar. Los directivos del Madrid no son una excepción. Tampoco en este Madrid, cuyo presidente, Ramón Calderón, apela a la memoria marcial de Di Stéfano, Pirri o Benito para invocar los valores de sacrificio que cree que inspiraron y deben seguir inspirando a los jugadores de su club. En este Madrid también hay lo que los dirigentes consideran "un artista". Ése que escapa del molde y la rutina y que exige una consideración diferenciada. Ayer se llamaba Ronaldo. Hoy se llama Robinho.

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"A los artistas no los puedes atar para que hagan sus mejores obras porque, si se sienten atrapados, no hacen nada", reflexionaba ayer un dirigente del Madrid a raíz del partido de Robinho contra el Olympiakos (4-2); "Carlos V encerraba a Tiziano sin comida para que pintara cuadros, pero es el único caso que se sepa que funcionó. Desde entonces, los demás artistas necesitan sentirse libres".

Superadas las agonías de López Caro y las mazmorras de Capello, por fin Robinho ha encontrado a un técnico y una cúpula directiva que se muestran dispuestos a atender sus particularidades con la debida calma. Lo comprobó esta semana, cuando el club le abrió un expediente para estudiar su retraso tras un partido internacional en Río de Janeiro. Lejos de castigarlo mandándolo al banquillo o la grada como hacía Capello, su nuevo entrenador, Bernd Schuster, le dijo que lo necesitaba, que no era partidario de multarlo por irse de fiesta a la hora que debía embarcarse para España y que sería titular frente al Olympiakos. Igual que hacían Romario y Ronaldo, Robinho respondió al guiño de complicidad con una exhibición dedicada a sí mismo. Robinho hizo casi todo. Dos pases de gol, dos dianas y provocó un penalti con su bicicleta.

"Ésta ha sido una semana complicada que terminó bien", declaró ayer Robinho en una conferencia de prensa que soportó con cara de póker mientras los periodistas le preguntaban sobre su presunta bacanal de Río. "El míster sólo me pidió explicaciones por el horario de mi regreso, no por la fiesta. La fiesta es algo normal en la selección de Brasil después de ganar partidos y esa noche habíamos ganado por 5-0. Lo que pasa es que después se me complicaron los vuelos porque pensaba que jugábamos el domingo, no el sábado. No pido perdón por la fiesta, sino por la tardanza. Infelizmente, cometí un error. No volverá a pasar", dijo. "Lo importante para mí es que Schuster me da confianza para que juegue de la manera que más me gusta", apuntó, "y yo debo responder dando el máximo en el campo".

Robinho reveló que ha llegado a un acuerdo más o menos explícito con el entrenador y con los dirigentes del club y que su deber consiste en hacer partidos como el del miércoles ante el Olympiakos, puesto que a cambio obtiene cierto reconocimiento. "Capello me pedía que bajara a defender cada vez que perdía la pelota", explicó, "y Schuster no me lo pide. De este modo, estoy más fresco para hacer el uno contra uno. Corro menos atrás y no llego tan cansado arriba".

Robinho elude a Zewlakov durante el partido del pasado miércoles entre el Madrid y el Olympiakos.
Robinho elude a Zewlakov durante el partido del pasado miércoles entre el Madrid y el Olympiakos.álvaro garcía

La 'bicicleta' fatal

Rogerio Fidelis Regis, Giovanni Espinoza y Cristos Patsatzoglu están unidos por el mismo destino trágico. Incapaces de evitar dar el manotazo o la patada, los tres le hicieron penalti a Robinho cuando el brasileño los encaró con su bicicleta.

Rogerio, del Corinthians, picó en la final del campeonato brasileño de 2002; Espinoza lo hizo en la Copa América disputada este año en Venezuela, y Patsatzogu fue el último en caer en la trampa, el miércoles pasado, en el estadio Bernabéu.

Con él, Robinho inauguró con éxito en España su regate más personal. Hasta entonces había ensayado su finta, pero sin la misma eficacia. Señal de que el extremo empieza a sentirse cómodo.

"Si la jugada necesita una bicicleta, la haré con responsabilidad; siempre que así pueda encarar la portería", dijo ayer Robinho cuando se le preguntó por qué con la selección brasileña se muestra desinhibido para intentar ese juego de piernas mientras que en el Madrid parece reprimirse.

Lo más extraño del caso es que el profesionalismo no preparó a sus marcadores para soportar el irritante regate al que fueron sometidos.

"En esos casos hay que esperar", dice Miguel Torres, compañero madridista y lateral; "pero Robinho es tan hábil por los dos perfiles que puede hacer que te precipites".

Como dice el argentino Heinze: "A veces, los defensas, con la cantidad de circunstancias que vivimos en los partidos, no sabemos ni lo que hacemos. Después nos vemos por la tele y decimos: '¡Madre mía! ¿Qué hice?".

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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