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Reportaje:

Tango en femenino, con sensibilidad y desgarro

La argentina Sandra Rehder lleva hoy el arte rioplatense al Auditori

Que Barcelona sea la tercera patria del tango, tras Buenos Aires y París, es un tópico viejo, de la década de 1920, pero sigue siendo verdad. Entonces, el trío Irusta, Fugazot y Demare tuvieron tanto éxito en la capital catalana que se quedaron hasta que estalló la Guerra Civil española; Carlos Gardel venía cada dos por tres para visitar a Samitier, mito del Barça, y piezas renombradas como La cieguita se componían en pleno paseo de Gràcia. Los tiempos han cambiado, la burguesía desmelenada y el resto de mortales ya no están locos por el ritmo argentino. Y los tes danzantes han dado paso a puestos de fast food. Sin embargo, en Barcelona, además de bailarse, desde hace años se hace y se graba buen tango rioplatense, algo ya menos corriente porque es mucho más difícil que aprender sus complicados pasos.

Un ejemplo de ello es la cantante Sandra Rehder, que tras meses de éxito en el Teatreneu, en el barrio barcelonés de Gràcia, actúa esta noche (22.00 horas) en L'Auditori con su espectáculo Tango, feroz vocación, acompañada de sus habituales colaboradores Manu Estoa (guitarra) y Pablo Logiovine, (bandoneón), además de Jorge Sarraute (bajo) y Alejandro di Costanzo (piano).

Cernuda y Gil de Biedma

Rehder, nacida en 1967 en la población argentina de San Rafael (Mendoza) lleva cinco años en Barcelona, donde ha grabado dos discos, Bajo la piel y El exilio entre nosotros. Se reveló en la Bodega Carlos, en Ciutat Vella, hasta que el Ayuntamiento clausuró el local.

Con voz potente y sensible y música culta, la cantante sabe combinar las versiones de piezas históricas de Homero Manzi, Cátulo Castillo y Homero Expósito, orquestadas por Aníbal Troilo o Héctor Stamponi, con poemas propios y también de Luis Cernuda y Jaime Gil de Biedma. Sus versiones de Milonga triste, Flor de Lino, Tabaco, Una canción y Desencuentro son memorables y, tras su intervención en el Auditori, en noviembre volverán a emocionar al público del Teatreneu.

En el tango, como en la vida, hay de todo: cantantes histriónicos que rozan el ridículo; otros de aburridos que son huecos y algunos que le dan esa chispa para que sobreviva soberbio. Para interpretarlo se ha de ser valiente: el peligro de caer en el cliché es alto. Rehder hace algo bonito que no se parece a casi nada, ni a la genialidad de Gardel, ni al amaneramiento encantador de Ignacio Corsini o de Ada Falcon, o lo acaramelado de Libertad Lemarque y el poderío de Adriana Varela, imitada hasta la saciedad. Hace casi 50 años que el tango orquestal fue cambiado por Pugliese y Piazzolla, pero la renovación del tango cantado ha llegado más tarde y, machista como siempre ha sido, ahora parece estar decididamente del lado de las mujeres.

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