Cafelete
En esa esquina ardiente de mi barrio donde se encuentra la mítica cafetería Alto Copete tiene lugar cada mañana una zarzuela gratuita. Si dicha zarzuela saltara a los teatros podría llamarse así, Alto Copete; en ella intervendrían los taxistas que allí recalan, los jubilados y ese tipo de señoras prodigiosas que de una sola calada se consumen un fortuna y lo expulsan de a pocos mientras consumen lo menos cinco cafés. Personalmente, encuentro esta habilidad más difícil que la ventriloquia.
A esta zarzuela no le falta ni le sobra. Hay tontos y listillos, pura comedia humana: los listillos despuntan sus teorías con seguridad machacante, y los tontos dicen "ya te vale", expresión polisemántica, ideal para espíritus mansos porque no compromete a nada. Estos bares mañaneros debieran estar subvencionados por Sanidad, porque en ellos la clientela expulsa obsesiones y regresa a casa liviana y soportable después de soltarle el rollo a un pobre inocente. Entre los rollos que se sueltan priman, cómo no, las teorías conspirativas y las grandes revelaciones. El listillo tuerce el gesto, masca el palillo y dice que lo del 11-M, por mucho que digan, lo montó quien lo montó. Del 11-M pasa a Marilyn Monroe, que está viva; a Walt Disney, al que acaban de descongelar, o a la CIA, que como todo el mundo sabe, fue quien introdujo la droga en los sesenta a fin de apartar a la juventud del comunismo.
Y más: Madeleine está en Marruecos; los judíos no fueron a trabajar el 11-S a las Torres Gemelas; a la Obregón le explotaron las tetas en un viaje transoceánico; Borrell y Ortega Cano eran uña y carne, y lo del calentamiento del planeta es un montaje descarao. Al salir del bar me digo, caramba, si tuviera arranque invitaría un día de estos al señor Rajoy a tomarse un cafelete. Y al primo.
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