Saben quién ha sido
Los dioses ciegan a los que quieren perder. Las izquierdas no son muy dadas a creer en deidades, pero tal como les están yendo las cosas en Valencia, algunos deben de estar pensando que "como las meigas, haberlas haylas". Después de la milagrosa división de Esquerra Unida ahora le ha tocado el turno a un PSPV más perdido que un pavo en Navidad. La historia tiene castañas que, como todo el mundo sabe, en puré son un excelente acompañamiento para el pavo asado. Y es que hay que ser muy pavo para pasarse dos legislaturas denunciando corrupciones en el PP de cientos de millones, para luego dejarse por pagar la reforma de la cocina, encima decir que era cosa de su mujer y que habían quedado en hablarlo después de las elecciones. Total, que la paja en el ojo propio le ha costado la dimisión a Joan Ignasi Pla. Una dimisión que ha dejado en un respetuoso silencio a los piratas de la viga y a los señores del ladrillo muertos de la risa. Unos tipos que saben que la mujer del César no es que tenga que ser honrada, sino que sobre todo debe aparentarlo y además dominan el arte de que su mano derecha no sepa lo que ha hecho la izquierda. Como dijo Eduardo Zaplana cuando se supo lo del apartamento de los Jardines del Real: "Si eso es todo lo que tiene que reprocharme"... Pues eso, luego llegó el pisito de la Castellana.
Pero se supone que si la izquierda tiene alguna razón de existir es precisamente que no haga, ni por asomo, lo que desde Don Pelayo es la práctica natural de los que han nacido para mandar. Así que la izquierda, si es algo, es sobre todo una ilusión. Y eso, la capacidad de soñar, la ilusión de miles de personas, es lo que se escurrió el martes pasado por el agujero del desagüe de la cocina nueva del secretario general de los socialistas valencianos. Lo más triste para ellos, para los votantes socialistas, para los militantes que sin ningún tipo de retribución hacen oposición a la derecha cada día en cientos de municipios, es que el asunto no ha saltado por una denuncia de sus rivales, sino por mezquindades de sus compañeros. El caso Juan Guerra saltó por una mujer despechada; y en el caso Filesa quien tiró de la manta fue un contable despedido, otra venganza. Ahora ha sido una maniobra de miserables del propio partido a los que se les ha ido la mano conspirando para hacerse un hueco en la zona retribuida de las listas electorales. Jordi Sevilla, con esa pinta de repelente niño Vicente que Dios le ha dado, ha dicho que si se comprueba, habría que expulsarlos. En la cúpula del PSPV no sólo saben que son gente del entorno de Sevilla, sino que los tienen perfectamente identificados. Sin embargo, no está claro que se atrevan a expulsarlos, pues la organización cada vez tiene menos de partido político y más de sindicato de intereses y mover una pieza puede poner otras en peligro. "Los dioses ciegan a los que quieren perder"... Un escritor mexicano le añadió un sublime remate a la célebre frase: "...pero antes los apendeja un poco".
Valencia tiene una larga tradición de diputados cuneros: Fernando Abril Martorell, José María Maravall, Pilar Brabo, Ángel Sanchis Perales..., sin mayores beneficios para el país. Ahora es el turno de María Teresa Fernández de la Vega, bienvenida sea si es capaz de limpiar tanta miseria.
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