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Reportaje:FESTIVAL DE JAZZ DE BARCELONA

'Swing' en la calle

Por segundo año consecutivo el festival de jazz barcelonés ha decidido iniciar sus actividades de la forma más popular posible: con un concierto gratuito al aire libre. Magnífica idea para atraer hasta este estilo musical a un público al que históricamente le da miedo el jazz sin conocer realmente las causas de su pavor. El jazz puede ser una música tremendamente popular, y actividades como esta, hechas contracorriente de las leyes del mercado, ayudan, y mucho, a que pueda ser así.

Para que esta actividad tenga éxito debe cuidarse el contenido musical que se ofrece: no por ser gratuita se puede poner cualquier cosa en el entarimado. Tanto el pasado año como en este el festival de jazz barcelonés ha cuidado mucho esta programación gratuita. El pasado sábado, el grupo de Lluís Coloma destiló un swing vibrante y la big band italiana Parco della Musica sorprendió a propios y extraños por su calidad musical y por unos arreglos potentes y expansivo, a medio camino entre la tradición y la contemporaneidad, que alcanzaron su cenit cuando el trompetista Raynald Colom se les unió como solista.

A pesar de esa calidad, lo que el pasado año fue un éxito esta vez se ha quedado en poca cosa. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: un erróneo emplazamiento del escenario. Si se ha de llevar la montaña a Mahoma se debe, cómo mínimo, saber dónde está Mahoma. El año pasado, la plaza de la Seu y la avenida de la Catedral se llenaron a rebosar, pero este año en el paseo de Joan de Borbó de la Barceloneta quedaron muchas sillas vacías.

Bastante gente que había acudido curiosa a la primera actuación marchó al finalizar ésta; la innegable belleza de estar justo al lado del mar conllevaba también una brisa excesivamente fría y molesta. La orquesta italiana tocó ante un nutrido grupo de personas que desafiaron al frío, pero, por la calidad de la música, aquello tendría que haber reventado de paseantes que, sin duda, se hubieran quedado enganchados en la tela de araña que se tejía desde el escenario.

Casi nadie paseaba a esa hora por allí porque la noche no invitaba. La Barceloneta, al otro lado de la avenida, vivía a un ritmo diferente al swing: en los bares, el abundante público se apelotonaba dividido entre la derrota televisiva del Barça y la victoria, también televisiva, de Suráfrica en rugby (en un pub irlandés situado ante el escenario no cabía ni un alfiler).

Lástima, una iniciativa así debe volver la centro de Barcelona, al lugar en el que pasea la gente un sábado por la tarde. De lo contrario, pierde su efectividad y lo que tenía que haber servido para abrir los oídos de mucha gente se quedó en el disfrute de algunos que seguro que ya sabían lo que iban a escuchar.

De todas formas, ese disfrute ya fue importante. La orquesta italiana debería regresar a Barcelona en mejores condiciones para poder calibrar todo su potencial, que, por lo que se oyó en la Barceloneta, es mucho.

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