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Reportaje:PERFIL

El enemigo del régimen

El líder disidente Han Dongfang, encarcelado tras Tiananmen, lucha desde Hong Kong para organizar a los trabajadores de su país

Cuando, en la primavera de 1989, estallaron las protestas en la plaza pequinesa de Tiananmen, un grupo de trabajadores, entre ellos un joven por entonces de 25 años, llamado Han Dongfang, creó la Federación de Trabajadores Autónomos de Pekín, el primer sindicato independiente de la China comunista. Con él intentaban establecer una organización que pudiera supervisar al todopoderoso partido comunista (PCCh) y defender los derechos de los obreros.

Soplaban vientos de idealismo en la capital, mezclados con rabia y esperanza, ante el sueño de una democratización del país. Los tanques enviados por el Gobierno de Deng Xiaoping lo hicieron añicos la noche del 3 al 4 de junio.

Han Dongfang -nacido en Pekín, en 1963, hijo de un campesino y una obrera de la construcción, con tres hijos- era la cabeza visible, la voz de aquel grupo de trabajadores entre estudiantes. Tras el aplastamiento de la llamada primavera de Pekín, fue detenido y enviado a la cárcel. "Hicimos una declaración en la que señalábamos la necesidad de un sindicato. Cuando ves las violaciones de los derechos de los trabajadores hoy en China, se demuestra que teníamos razón", afirma 18 años después desde Hong Kong.

"No hay mano de obra barata, sino productos baratos con alto coste de mano de obra. Cuesta salud, vidas"
"¿Hay mucha gente enojada en China? ¿Cómo canalizar esa ira? ¿Hacia dónde ir? ¿Hacia otro 1989?"

Han decidió dedicar su vida a esta causa. Desde su atalaya en la antigua colonia británica, frente a la bahía, en la emisora estadounidense Radio Free Asia, anima tres veces por semana un programa en chino mandarín, destinado al continente, y dirige la publicación China Labour Bulletin (CLB), en la que pasa revista a la situación laboral en las fábricas y el campo chinos.

La policía no tuvo que ir a buscar en junio de 1989 a aquel electricista ferroviario tras el aplastamiento de la protesta de la plaza de Tiananmen. Él mismo se presentó voluntario, puesto que había defendido públicamente la legalidad de la fundación del sindicato. "Me metieron en la cárcel", cuenta. "Me recluyeron deliberadamente en una celda específica para prisioneros con tuberculosis, y me contagié. No me dieron ningún tratamiento médico durante los nueve meses que pasé allí. Al cabo de dos años preso, me estaba muriendo, y me soltaron".

En 1992, tras ser liberado, fue a Estados Unidos, donde los sindicatos norteamericanos costearon su tratamiento, aunque perdió la mayor parte del pulmón derecho. El año siguiente, tres meses después de la operación, decidió regresar a China. "Quería continuar la labor sindicalista. No tenía ni idea de cómo hacerlo, pero sabía que no se podía hacer desde el extranjero. Tenía que hacerlo desde dentro, tan cerca como fuera posible de las fábricas, de los trabajadores".

Su puerta de entrada fue Hong Kong. En la frontera de la antigua colonia británica no fue detectado. Pero sólo duró una noche en Guangzhou (capital de la industrializada provincia sureña de Guangdong). "La policía me localizó en el hotel por la mañana, y esa misma tarde me expulsaron". En 1994, seis meses después, creó el China Labour Bulletin.

Con la devolución de la colonia por parte del Reino Unido, en 1997, China no sólo recuperó el territorio, sino, a su pesar, también al disidente. Hoy, millones de personas siguen su programa, en el que expone conflictos sociales, huelgas y manifestaciones, que localiza en foros de Internet o de los que le informan por teléfono los radioyentes.

Protestas en fábricas de juguetes, despidos ilegales o accidentes mineros llegan a antena. Son voces ansiosas por airear lo que los medios de comunicación chinos ignoran. "Recibimos llamadas de todo tipo de gente: trabajadores, funcionarios del Gobierno, profesores, estudiantes, hombres de negocios...".

Los afectados por los efectos negativos del rumbo que ha tomado China cada vez tienen menos miedo a salir a la luz. "Hace 10 años, la gente me pedía que disfrazara su voz; pero ahora quieren que mencione su nombre, la fábrica y el lugar. 'Si no, ¿cómo voy a resolver mi problema?', dicen. Cuando la gente pierde todo, pierde también el miedo".

Han, que está vetado en China, asegura que la situación laboral en su país es muy preocupante. Por un lado, está el problema de la salud y la seguridad en el trabajo (utilización de productos tóxicos, falta de protección, numerosos accidentes, etcétera). Por otro, jornadas interminables y bajas salarios.

"Alguna gente piensa que da lo mismo que ocurran accidentes, que muera mucha gente. Sin embargo, cuando se dice que la mano de obra china es barata, no es cierto en absoluto. Cuesta salud, vidas. Y dentro de 20 años, cuando las enfermedades de estos jóvenes se manifiesten, ¿cómo afrontará la sociedad su tratamiento? Si un país sacrifica la vida y la salud de sus trabajadores no hay mano de obra barata, sino productos baratos con alto coste de mano de obra. Esto es competencia desleal. La Organización Mundial de Comercio (OMC) no hace nada, porque dice que lo suyo es el comercio. Y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) no tiene autoridad".

Asegura este hombre de buena planta y verbo fácil que la causa de estos problemas se reduce a una frase: "¿Qué más da que el gato sea blanco o negro, con tal de que cace ratones?". Y a su autor, Deng Xiaoping. "Esto significa que no hay reglas, que no hay moral, y da igual lo que hagas si puedes conseguir tu objetivo. Al principio, tras la Revolución Cultural

[cuando, hace casi 30 años, el Pequeño Timonel puso en marcha el proceso de apertura y reforma], esta máxima pudo tener su justificación para que la gente comenzara a trabajar. ¡Pero hacer de ello una regla! Desde entonces, la política económica y la política social se han basado en esta pequeña frase de este hombre".

Y continúa: "El problema es que el Gobierno central quiere poder absoluto, y los gobiernos locales utilizan esto con éxito. Se dicen: 'Tú tienes poder absoluto; así que, cuando yo trato con la gente, también tengo poder absoluto'. Y esto se convierte en un desafío político. Poder absoluto significa corrupción absoluta".

Afirma Han que el Gobierno del presidente Hu Jintao es más abierto que el de su predecesor, Jiang Zemin. Y dice que le gusta Wen Jiabao -que es "afectuoso"-, que comprende que los problemas son muchos. "Son de mente más abierta, pero vienen de donde vienen y creen profundamente en algunas reglas, que entiendo pero no comparto. Lo que hay que hacer es presionarles. La forma de hacer esto es seguir la ley, y hacerles ver que las leyes que crean no funcionan adecuadamente".

Una de las principales labores de CLB es la resolución de disputas laborales por medio de la negociación o el litigio, para lo cual contrata a abogados en el continente. Para ello cuenta con la financiación de organizaciones sindicales internacionales, fundaciones privadas y donaciones.

"Estamos desempeñando el papel de un sindicato: protegiendo los derechos de los trabajadores, dándoles consejos legales y apoyando sus acciones. Lo único que no puedo hacer es entrar yo mismo en las fábricas y organizarlos. Pero en las fábricas hay gente organizando. ¡Cómo se van a producir si no tantas huelgas!".

Han Dongfang, que no ha estudiado en la universidad, se considera una persona eminentemente práctica. Defiende que la solución a los problemas laborales pasa por la creación de sindicatos independientes -actualmente son ilegales-, que podrían servir para iniciar una reforma democrática desde abajo. Pero insiste en que todo debe basarse en el respeto a la ley, aunque ésta no sea perfecta. Cuando se le señala que el Gobierno teme que mayores libertades generen inestabilidad social, replica: "Y las crecientes protestas que hay ahora, ¿qué son?".

Y concluye: "En China hay mucha gente enojada. ¿Cómo canalizar esta ira? ¿Hacia dónde ir?, ¿hacia otro 1989? ¿Esperar a una rebelión como ha ocurrido constantemente en la historia china? Pensamos que podemos contribuir a que haya otra cosa, que es el gobierno de la ley y la construcción de una sociedad civil. Éstos son los dos elementos principales para la democracia. Pero la democracia no es un resultado, sino un proceso, como el desarrollo del ser humano. Algunos caminan más deprisa; otros, más lento. Nosotros somos, probablemente, uno de los más lentos". -

El disidente chino Han Dongfang.
El disidente chino Han Dongfang.Reuters

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