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Al servicio de la empresa

La Confederación Empresarial Valenciana (CEV) celebra estos días su treinta aniversario, un largo recorrido cumpliendo con el objetivo para el que fue fundada: la representación de los empresarios de la provincia de Valencia y la defensa de sus intereses. Aquel 28 de septiembre de 1977 las tres tendencias del movimiento asociativo empresarial valenciano, la Confederación Valenciana de Empresarios, la Agrupación Empresarial Independiente y la Agrupación Empresarial Valenciana pusieron fin a un largo proceso negociador que culminaba con la constitución de la CEV.

Sin duda, fueron necesarias importantes dosis de esfuerzo y generosidad por parte de los líderes empresariales de entonces que supieron dejar al margen cuestiones secundarias y trabajar con unidad de criterio para constituir una confederación empresarial. Ni entonces ni ahora resulta fácil aunar esfuerzos en pro de la eficacia superando los personalismos. Ellos lo supieron hacer, y lo hicieron bien.

La industria y los servicios avanzados serán más protagonistas en el modelo económico

Reconocimiento que debe hacerse extensible a los diferentes responsables de la CEV liderados por los sucesivos presidentes: Vicente Iborra, Pedro Agramunt, José María Jiménez de la Iglesia y Rafael Ferrando. Han sido tres largas décadas con momentos dulces y también con dificultades. Pero han sido años en los que, por encima de todo, se ha preservado la unidad de los empresarios y esta unidad constituye el principal activo de la CEV.

La coyuntura política, económica y social de finales de la década de los setenta y principios de los ochenta poco tiene que ver con nuestro actual marco de actuación. En estos treinta años se han producido importantísimos cambios sociales, políticos y económicos en nuestro país que nos sitúan en posiciones de cabecera en el ranquin europeo de competitividad, de crecimiento económico y bienestar social. Esta transformación ha sido posible gracias al esfuerzo y el compromiso de todos, también de los empresarios, y todos tenemos derecho a sentirnos orgullosos. Han sido sin duda, vistas en su globalidad, tres décadas de éxito para los valencianos.

Hoy, en 2007, esta sociedad cambiante tiene ante sí otros retos y también, no hay que olvidarlo, otras oportunidades. Nos enfrentamos a una más que probable desaceleración de la actividad económica, nada nuevo por otra parte ya que por todos es conocido el comportamiento cíclico de la economía. Desaceleración económica que ya ha empezado a manifestarse en el sector inmobiliario. Desaceleración sí, pero en ningún caso, y por el momento recesión. Las estimaciones de crecimiento para España en 2008 se sitúan según la mayoría de los analistas en un entorno de entre el 2,7% y el 3,3%. Eso no es una recesión, aunque evidentemente no es el espectacular 4% con el que hemos venido creciendo los últimos años, pero que hubiéramos firmado sin dudar, nosotros y también países como Francia y Alemania, hace algunos años. Por lo tanto, la primera conclusión: realismo sí, pero sin dramatizar.

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Este nuevo escenario ofrece también oportunidades. Una de las más importantes es que "nos obliga" a evolucionar hacia un crecimiento más sano y equilibrado de la economía valenciana, hacia un modelo de crecimiento basado en un menor peso relativo del sector inmobiliario y un mayor protagonismo de la industria y de los servicios avanzados. Cierto es que podríamos habernos iniciado en esta dirección hace algunos años y ahora las cosas serían más fáciles, pero debemos ser realistas: hace algunos años "podíamos" haberlo hecho pero ahora "tenemos" que hacerlo. El matiz es importante. Muchas empresas y algunos sectores especialmente industriales ya han recorrido en estos últimos años una parte de este camino y hoy están en muy buenas condiciones para competir. Esos son buenos estímulos y ejemplos.

Nuestro gran reto es la mejora de la productividad, porque sólo así, siendo más productivos, seremos competitivos en el escenario global en el que tenemos que actuar. Y para mejorar la productividad, la innovación permanente es una herramienta imprescindible. Innovación real, que no es solo la que procede de los grandes desarrollos tecnológicos, sino la que impregna la cultura de la empresa y que consigue su objetivo: que nuestros clientes prefieran nuestros productos porque aportan algo que los demás no tienen.

Pero la innovación, la calidad, la internacionalización las hacen las personas. Todos tenemos que estar inmersos en un proceso de formación permanente: empresarios y trabajadores. Tenemos mucho trabajo por hacer en la educación desde la primaria hasta la Universidad, sin olvidar esa especie de actor secundario en el que hemos convertido a la formación profesional y a la que debemos dignificar e impulsar.

Cada empresa sabe mejor que nadie qué es lo que necesita hacer y nadie mejor que el empresario para tomar las decisiones más oportunas que marcarán su rumbo para el futuro.

Las organizaciones empresariales tenemos también un importante papel que jugar. Debemos proponer, dialogar y exigir si llega el caso que los factores externos a las empresas no dificulten su trabajo sino que ayuden a su éxito. Éxito que será el de toda la sociedad y revertirá a ella. Necesitamos que las Administraciones Públicas nos provean de infraestructuras, no sólo de transporte sino también de redes de distribución eléctrica y comunicaciones, que añadan valor al territorio. Necesitamos una política económica previsible y un ambiente de tranquilidad y sosiego. Necesitamos un sistema educativo que se ajuste a las necesidades reales de la sociedad. Necesitamos que nuestro sistema bancario sea riguroso pero que considere la situación de cada empresa, que entienda que las empresas son muy distintas aún siendo del mismo sector.

La CEV va a continuar trabajando duro para que las empresas, nuestra razón de existir, encuentren el camino que más les conviene y también para que los agentes externos a las empresas continúen embarcándose en la misma aventura.

José Vicente González es presidente de la Confederación Empresarial Valenciana (CEV).

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