Esperanza sólo sabe bailar chachachá
LUCES BAJAS. Música relajante. Dos afamados terapeutas proponen el ejercicio Visualice un lugar seguro. La primera voz susurra: "Está usted en el cuartelillo de la Guardia Civil de Ponferrada". Segunda voz: "No tenga miedo. Sienta cómo se le aflojan los esfínteres". Primera voz: "Va a expulsar ahora todo el aire de sus pulmones. Por la gloria de mi madre". Empiezo por el final, o casi. Los dos afamados terapeutas son el doctor Xavier Theros y el doctor Rafael Metlikovez, en arte Accidents Polipoètics, dos artistazos catalanes que artistean en castellano, es decir, que no les han invitado a la Feria de Francfort ni maldita falta que les hace, porque ya se han pateado medio mundo con sus espectáculos, que caben en una maleta o maleta y media. Actúan donde les llaman, y les llaman de muchas partes. Ahora, mismamente, lo hacen en el Tantarantana barcelonés, y pronto donde se tercie, y vaya si se terciará. Los Polipoéticos llevan en su maleta/maleta y media dos recitales, Polipoesía urbana de pueblo y Más triste es robar, y cuatro espectáculos cuatro, señoras y señores: Pim Pam Pum Lorca (o toda la verdad sobre Federico el Grande), Soltero busca o el cuelgue de los hábitos (o toda la verdad sobre el Amor Fú), Franco ha muerto o cómo idiotizar a un pollo (o toda la verdad sobre la Transición), y, riguroso estreno, quizás su trabajo más redondo, denso y nutritivo, talmente una naranja de la huerta levantina: Fe, Esperanza y Chachachá, o toda la verdad sobre la búsqueda de la Felicidad y otras formas de amargarse la vida, como lo subtitulan. Una "conferencia interdisciplinar" que, avisan, "no les hará más sabios, pero tampoco menos idiotas". En esta ocasión, como en las anteriores, Theros & Metlikovez no están para bromas. O, lo que es lo mismo, están hartos de que les tomen el pelo. Con, por ejemplo, libros de autoayuda del estilo de Conoce tus zonas esdrújulas o A la felicidad por la camomila. Siempre axiomáticos, definen la autoayuda como "una manera simple y barata de perder el tiempo". Al mismo tiempo, taxativos, afirman que "la ciencia podrá explicar la felicidad cuando los científicos sean felices". Ésas son algunas respuestas, pero el espectáculo está cuajadito de interrogantes. Para que vayan ustedes abriendo boca anoté unos cuantos. Helos: "¿Si un abogado se vuelve loco, pierde el juicio? ¿Todos los cuerdos tienen un nudo en la garganta? ¿Los ricos lloran lágrimas de bolso de cocodrilo? ¿Se hacen mechas las mujeres a punto de explotar?". Claro, eso es sólo el principio. Fe, Esperanza y Chachachá es una indagación patafísica sobre la esencia de la felicidad. Porque la infelicidad ya saben en qué consiste: "Desear lo que ya tenemos". Corolario: "A la que nos preguntamos por nuestra felicidad -afirman- automáticamente somos desgraciados. Eso es así desde el momento en que el lactante se pregunta si la leche de la vecina será mejor que la de su madre". Establecida tal premisa, y partiendo de certidumbres empíricas ("rodo el mundo parece normal hasta que le conoces"), dividen su búsqueda en "tres bloques reflexivos". En el primero, con la ayuda de un muñeco anatómico, buscan la felicidad en el cerebro, en el corazón, en el estómago y en los bajos. Su humor oscila entre retruécanos felices a lo Muñoz Seca ("a veces el corazón habla por nosotros gracias a los ventrílocuos") y aforismos que Jardiel hubiera firmado, como éste, también cordial: "El corazón tiene que elegir entre sístole y diástole. Si elige a una de las dos, se paraliza y muere. Elegir es morir. Por eso nos pasamos la vida dudando, para sobrevivir". Incluso hasta el posible desliz chocarrero -el análisis de los aparatos reproductores- se resuelve con un gag verbal felizmente inesperado: "Hay un testículo con carga positiva y otro con carga negativa, lo cual configura al llamado 'hombre meapilas". Dejemos tranquilo al muñeco anatómico, porque ya digo que esa maleta/maleta y media está muy cargada, tanto como para disparar a diestro y siniestro. Aquí hay certeras balas contra el Determinismo Genético, la Sonrisa Idiota y el Concepto de Autoestima como coartadas infalibles, así como una somera pero contundente Historia de la Felicidad a través de los tiempos (primeras paradas: Paleolítico Inferior, Grecia Clásica, Edad Media), precedida de un texto fundacional, la simpar Parábola de Celofás el Adhesivo, el artífice de la pegajosa desdicha por decreto divino. Casi en el justo centro del bloque "Esperanza" flamea como un pañuelo negro con ribetes dorados un poema espléndido tautológicamente titulado (vuelvan dos líneas más arriba) Casi, en el que abandonan las batas blancas para calarse la gabardina empapada del invicto González Tuñón, y cuya estrofa casi final dice: "Vivimos en el último piso de la última casa de la calle aquella donde nadie nos conoce y casi nadie nos necesita, y nos asustamos casi por cualquier noticia". Y, casi al final, otro poema. Mejor dicho, un poemantra. O sea, un mantra que da más miedo que don Edgar Allan, y que se llama Tengo cuerda para rato. Los Polipoéticos desconfían radicalmente de la esperanza. "La depresión", aseveran, "es un empacho de esperanza. La depresión es un vacío que no quiere mirar por el agujero: si lo hiciera vería la conexión con la vida". Porque, señoras y señores, "hay esperanzados frágiles como la porcelana. Su consigna es: sea ceramista, pida lo irrompible". Se trataría, pues, de "evitar cualquier asomo de esperanza, disfrutando solamente de lo que ya tenemos y no de lo que podríamos tener". Pero ellos, grandes contradictorios, lo quieren todo. Ni fe ni esperanza: sólo hay que confiar en la potencia volitiva del chachachá, bailado con todo el cuerpo y toda el alma. Porque para ser feliz "tal vez sólo haga falta desearlo, reclamarlo, pedirlo a voces". Y así lo hacen, con el enfervorizado coro de la audiencia: "¡Queremos ser felices y queremos serlo ahora! Sin la entrada hoy y el resto a plazos. Sin costes adicionales ni letra pequeña. Y que dure todo el tiempo la alegría, como una eterna mañana de Reyes". Que así sea. Ya, y por muchos años. Todos.
A propósito del nuevo espectáculo de Accidents Polipoètics, Fe, Esperanza y Chachachá, en Barcelona
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