"Llamadme Ismael"

Muchos se han fijado en Carod, y en su contestación a quien le llamó José Luis en lugar de Josep Lluís, pero yo me fijé en Lorenzo Milá, que empalideció durante el intercambio entre el político catalán y quienes no sabían o no querían pronunciar su nombre en el idioma que él habla, escribe y ama. La verdad es que a Lorenzo, que es catalanohablante, y un tipo muy respetuoso, se le mudó el color hasta tal punto que a uno le entraron ganas de hacer lo que hacía Woody Allen en La rosa púrpura del Cairo: entrar en la pantalla, darle un abrazo, decirle: "Oye, que no pasa nada". Pero sí pasaba, y por eso a Milá se le mudó el color. Pasó lo que todo el mundo sabe, porque lo ve, lo lee y lo escucha, que el líder de Esquerra Republicana se llama Josep Lluís, como otros se llaman Antonio o Toni o Jaime o James. En la última trilogía narrativa de Javier Marías su personaje principal se llama Jacobo o Jacques u otras formulaciones patronímicas de la misma raíz, y ese es el modo que el novelista usa para decir desde cuantos sitios se puede llamar a su héroe. Melville comenzó su Moby Dick con un sonoro Llamadme Ismael que ahora figura en la nomenclatura de los inicios literarios como un hallazgo circunstancial pero portentoso. Podía llamarse como le diera la gana, pero se llamó Ismael. Y Carod Rovira se llama a sí mismo Josep Lluís, sus amigos lo llaman Josep Lluís, y los medios de comunicación que no son ni cicateros ni tontuelos respetan esa denominación propia, unida a su identidad como la piel. Es sabido que desde algunos medios se zahiere a Carod por ese detalle, que para los demás será objeto de broma, pero que él se toma, y tiene todo el derecho, muy seriamente. Habida cuenta de esa historia, o de esa historieta, resulta muy raro que dos personas se nieguen a llamar a una persona por su nombre propio, y a lo mejor eso es lo que hizo empalidecer, de vergüenza ajena, al presentador de este programa, Tengo una pregunta para usted, en La Uno.
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