El 'hombre-máquina' comunista
Hu Jintao es un negociador cauto que busca el consenso para su supervivencia política
Paciente y modesto, con gran capacidad de escucha y edificador de consenso. Hu Jintao, el hombre que fue designado en 1992 por Deng Xiaoping para suceder a Jiang Zemin al frente del país más poblado del planeta, tuvo que esperar 10 años en el pasillo hasta que en noviembre de 2002, durante el XVI Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), accedió a la secretaría general desde su puesto en el Comité Permanente del Buró Político.
Fue la primera vez en la historia del Imperio del Centro que se produjo una transición de poder sin derramamiento de sangre ni purgas políticas. Cinco años después, Hu, el hombre tranquilo, se dispone a comenzar su segundo mandato, tras un primero en el que ha dedicado buena parte de las energías a consolidar su posición y colocar sus peones.
Hu ha promocionado su imagen como un dirigente que se ocupa de los pobres
Con los pies bien plantados en Zhongnanhai (la sede del Gobierno, junto a la Ciudad Prohibida, en Pekín), dedicará este segundo lustro a profundizar en las reformas económicas, construir la llamada "sociedad armoniosa", e intentar reducir las tremendas diferencias sociales que han creado tres décadas de apertura y desarrollo.
Hu y su primer ministro, Wen Jiabao, han promocionado estos años su imagen como líderes de los pobres, como dirigentes que se preocupan por los sectores menos favorecidos. Y, para dar muestra, cada festividad de Año Nuevo chino han ido a almorzar con los mineros en los pozos o con los campesinos en sus modestas viviendas.
Una postura diferente a la de Jiang Zemin, a quien gustaba codearse con los altos empresarios, pero que no es gratuita, ya que, según ha reconocido el partido, las desigualdades se han convertido en una grave fuente de inestabilidad social, y una amenaza para su propia supervivencia.
Hu Jintao, de 64 años, conoce bien las zonas rurales. Labró allí buena parte de su carrera política. Ingeniero hidráulico de formación, sirvió como secretario del PCCh en la provincia de Guizhou y en la región autónoma del Tíbet, dos de las zonas más pobres del país, antes de ser nombrado, de forma sorpresiva, miembro del Comité Permanente del Buró Político. Tenía entonces sólo 49 años.
Sus antepasados eran comerciantes de té de la provincia de Anhui, que emigraron a la vecina de Jiangsu. Su familia paterna tenía negocios en Shanghai. Hu nació en Jixi (Anhui), en diciembre de 1942.
Su carácter metódico, negociador y cauto encaja bien con los aires que soplan en el liderazgo chino, que se ha ido alejando del carisma, el poder absoluto y el protagonismo de que hicieron gala Mao Zedong y Deng Xiaoping.
Entró en el partido dos años antes de que comenzara la Revolución Cultural (1966-1976), el movimiento lanzado por Mao para reavivar el espíritu revolucionario y deshacerse de sus rivales políticos. Durante aquellos tiempos de tumulto, trabajó en la atrasada provincia de Gansu.
Hu es un resultado consumado de la maquinaria del PCCh. Siempre fue donde le dijeron que fuera, e hizo lo que le dijeron que hiciera. Hoy es él quien da las órdenes, aunque su estilo de dirección es no imponer una visión, sino consultar ampliamente y buscar un acuerdo.
Una muestra de ello es que las innovaciones ideológicas y políticas que han surgido durante su mandato, como el gobierno "centrado en el pueblo" o "la construcción de un nuevo campo socialista", no han sido publicitadas por el departamento de propaganda del PCCh como propiedad suya, sino como un resultado del liderazgo colectivo del partido. Aunque hay quien considera que esto se puede deber a que aún no goza del poder suficiente para atribuirse este protagonismo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.