Graham Parker, prolífico artesano
Cada vez que acabo un disco, pienso que no necesito más y soy reacio a volver a componer". ¿Va a dar Graham Parker (East London, 1950) carpetazo a sus treinta años de carrera con el nuevo y espléndido Don't tell Columbus (Bloodshot/Junk)? ¿Ahora que está en racha? Improbable, pese a sus miedos: "Asusta ponerse a escribir. Las primeras ideas no suelen funcionar, y sólo cuando derribas el muro de la vulgaridad encuentras inspiración para seguir y completar un álbum. En mi modestia, siempre intento no hacer una canción mala". No es un farol: el músico inglés lleva desde 2004 hiperactivo y sin bajar del notable en los tres trabajos de estudio (además de un directo) publicados por el sello Bloodshot de Chicago. "Yo me pago las grabaciones y luego se las ofrezco: nunca han dicho que no. Y tiendo a cambiar el sabor de un disco a otro". Así, al coqueteo con la Americana Music que supuso Your country y al rockero Songs of no consequence les sucede el más acústico Don't tell Columbus.
¿Y qué es lo que no se debe contar a Cristóbal Colón? Pues, según canta Parker en el primer corte (I discovered America), que el verdadero descubridor fue él. Una broma con base real: residente en Estados Unidos a partir de 1985, Graham quedó fascinado por el país desde su primera visita en los setenta. "Se percibía otra libertad. La mitad de los chistes en Saturday Night Live giraban alrededor de las drogas, algo impensable en la televisión británica. Lástima del vuelco conservador de los últimos años, pero eso no quita para que la gente aquí sea cálida y generosa, incluso con desacuerdos".
Parker fustiga en el disco tanto al Gobierno de Bush como a John Kerry, no sin considerar al segundo una opción menos mala: "Todos los demócratas sabían que había algo equivocado en Kerry; los republicanos no saben que hay algo muy, muy equivocado en Bush". La sorna convive en Don't tell Columbus con el amor. También con el drama: "Bullet of redemption es sobre un chico que se suicidó, el hijo de unos amigos. No pude evitar escribirla". Dicho tema deja un poso dylanesco y la voz de Graham, al igual que en I discovered America, recuerda al bardo de Duluth. "Sí, quizá en exceso, pero no importa, encaja con las canciones", admite sonriente.
Salto en el tiempo. El ros
tro de Graham Parker frecuentaba la prensa inglesa en 1976, año de su estreno, Howlin' wind, y de su segundo largo, Heat treatment. Buenas críticas, actuaciones en teatros y en el Top of the Pops de la BBC: un arranque deslumbrante. "El primer artículo sobre mí se preguntaba: '¿puede ser éste el nuevo Bob Dylan?'. No todo el mundo comienza así", rememora sin nostalgia, desde los márgenes del negocio y consciente de su arte. Sabe que el brillante inicio también conllevó sinsabores y absurdos clichés: el sencillo Mercury poisoning, su venganza tras la nula promoción por parte de su sello estadounidense, contribuyó al sambenito de conflictivo. "Y eso que mi representante quería un álbum entero contra Mercury. Sin embargo, pese a grabar en múltiples discográficas, he dispuesto siempre de control sobre mi música y elegido a los productores".
Otra etiqueta falsa: nunca fue un pub-rocker. Sí lo eran los veteranos músicos que le acompañaron hasta 1981, The Rumour: "De los pocos capaces, en aquellos tiempos progresivos, de entender mis raíces: el soul, los Stones, Van Morrison...". Lo de jóvenes airados (él, Elvis Costello, Joe Jackson) y demás lugares comunes ya no le molestan. "Me llamaron hasta el padrino del punk. Cuando yo en realidad había sido hippie. Me fui de casa a los 18, pelo largo en imitación de Peter Green y empapado de blues británico. Viví en Guernsey, una de las islas del Canal, junto a tipos que no paraban de escuchar a Pink Floyd y más grupos psicodélicos. No comprendí esa música hasta que empecé a fumar. También viajé a Marruecos, con espíritu a lo Kerouac, aunque nunca me influyó literariamente".
Orgulloso autor de un libro de relatos y de una novela, Parker a veces añora la época previa a su carrera musical. "Al principio me sentí en una jaula de oro, demasiado protegido, con ganas de huir. Y echaba de menos a los personajes que había conocido trabajando en fábricas, de noche en una panadería o como gasolinero. Aún los llevo dentro". ¿Y la mirada British del nuevo disco? Diseccionar al escandaloso Pete Doherty en England's latest clown ("la canción es sobre nosotros: casi queremos que muera para entretenernos"). Eso sí, desde lejos: Graham sólo actúa en Estados Unidos, incluidos conciertos para particulares. "Solía ser rico comparado con mis fans. Ahora muchos lo son más que yo".
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