La apuesta
Los martes por la noche, mareo de series españolas. En el último mes, Tele 5 ha cambiado una vez las suyas y Antena 3 ha estrenado dos. Entre el zapping, la publicidad, los cambios y las novedades, ¿sabrá la gente qué serie está viendo? Hay algo claro: Escenas de matrimonio, serie diaria de Tele 5, mantiene, desde hace semanas, un liderazgo descomunal: el martes hubo, sobre las diez de la noche, más de siete millones de personas pendientes de ella. En resumen: los bodrios que hacen reír gustan muchísimo. Y, a lo que se ve, las mareantes novedades también.
Algo así pasó con el nuevo estreno de A-3, El síndrome de Ulises, premiado con más de tres millones de espectadores, bastante más que sus competidoras: Herederos (TVE-1), RIS (Tele 5) y Cuestión de sexo (Cuatro). Pero eso sólo significa que la audiencia es volátil, caprichosa como las programaciones. Tal para cual.
El síndrome de Ulises apuesta por un público paradigmático, aquel que se divierte con la desgracia ajena, y más aún cuando se trata de que un pijo (antes se hubiera dicho un burgués) vaya a menos. Ulises (Miguel Ángel Muñoz) es un niño bien que llega de estudiar un máster médico en Estados Unidos y se encuentra con que su rico papá está missing y todos sus fabulosos bienes embargados. Él, que quería dirigir una clínica privada, se encuentra mendigando trabajo: "¡Un whisky, por favor!", reclama tras el sofoco. Su destino es un centro de salud de un suburbio urbano, en este caso plagado de suramericanos (que padecen morriña, síndrome de Ulises según el guión), de rateros, de yonquis y de chicas guapas como la enfermera Reyes (Olivia Molina) con alma de socorrista y previsible ángel de inadaptados desclasados y enfermos de nostalgia.
¿Todos los tópicos valen cuando se trata de hacer reír? Así parece. El desclasamiento por abajo es un gran tema para buenas comedias contemporáneas: permite el matiz, la ironía. No es el caso: aquí todos sobreactúan, incluso el guión. La caricatura forzada es un género hispánico de éxito: ésta es la apuesta.
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