Autocrítica
Los periódicos dicen que están hechos para ser leídos, para realizar ese viaje lento en busca de una opinión personal, actividad que se presenta hoy casi como un pesado ejercicio intelectual ante la avalancha audiovisual y electrónica.
Un año en esta sección del Defensor del Lector -plazo estatutario- me ha permitido confirmar una obviedad. Lo que más irrita a los lectores que escriben a esta sección son las faltas de ortografía, de sintaxis, las traducciones deficientes, sobre todo del inglés, el maltrato del idioma, la desidia en el conocimiento y manejo de nuestra principal herramienta de trabajo. Las erratas también les ofenden, porque denotan incuria, negligencia, pero hieren menos la sensibilidad de los lectores que los errores. Nuestros lectores más fieles conocen y manejan, además, el Libro de estilo de EL PAÍS y lo mismo nos reprochan el uso abusivo de las fotografías de archivo -"en cualquier caso, deberá expresarse en el pie a qué fecha y situación corresponde la fotografía"- que el recurso a las frases hechas en los titulares. Las quejas, en estos casos, suelen ser de falta de imaginación y pereza mental. Incluso nos suspenden en gramática española.
Manuel González Méndez envió este comentario al titular "La sanidad española suspende en listas de espera e información al paciente", publicado el pasado martes en la sección de Sociedad. "El que suspende al alumno o examinado es el tribunal correspondiente. El alumno que recibe la papeleta correspondiente con el 'suspenso', no suspende, sino que ha sido suspendido. El que suspende, vuelvo a repetir, es el tribunal o autoridad que examina", señala el lector. "Me van a perdonar que les diga que el que suscribe, profesor universitario de análisis matemático, jubilado, les suspende a ustedes en gramática española".
Los lectores consideran que se deben mejorar los controles de calidad en la edición y critican menos los contenidos del diario. Tal vez intuyan que al informar de lo que consideramos más importante damos tanto noticia de nosotros mismos como de la realidad que narramos.
Cuando digo que los lectores se quejan menos de los contenidos, me refiero a que son escasos los comentarios sobre la ecuanimidad -que no neutralidad- del diario. El diario es beligerante en defensa de los valores que proclama, pero le es exigible un grado razonable de ecuanimidad en la información.
Las Trece Rosas
Hay, sin embargo, quejas tan breves como contundentes. Un ejemplo: "Y las actrices tan contentas en el suplemento de EL PAÍS del domingo 30 de septiembre. Las Trece Rosas utilizadas para promocionar moda. Qué indignidad". Firma este escueto mensaje, Susana Horcado.
Las Trece Rosas, 13 mujeres, la mitad menores, que el 5 de agosto de 1939 fueron ejecutadas contra las tapias del cementerio del Este de Madrid en los meses más negros de la derrota de la República, traicionada por tantos. Eran comunistas, de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), y fueron víctimas del terror blanco. Su historia la ha llevado al cine Emilio Martínez Lázaro -el estreno de la película era el tema del reportaje del EPS-, una historia que antes documentó con detalle el periodista Carlos Fonseca en 'Trece rosas rojas' (Temas de Hoy, 2004).
Las 13 jóvenes actrices que encarnan en la película a las militantes fusiladas posan en el reportaje con modelos, de los que se da noticia comercial en un despiece, lo que es una práctica habitual en el EPS, que dedica muchas páginas al estilismo. La llamada memoria histórica, que es siempre memoria personal, combina mal para esta lectora con la moda.
Las críticas de los lectores abarcan otros campos no necesariamente relacionados con la información y la opinión, sino con los servicios -suscripcio-nes y promociones- del diario.
Pero tal vez la crítica más feroz sobre el papel de los medios que he leído en los últimos tiempos aparece en las páginas de la edición catalana de EL PAÍS con motivo de su 25º aniversario. Antonio Franco, excelente periodista que fue director adjunto de la edición catalana de EL PAÍS entre 1982 y 1988 y que hoy ocupa cargo de responsabilidad en otros medios, hace una reflexión sobre el papel de la prensa en el futuro de Cataluña y España. "Yendo a las urnas apoyándonos en informaciones suministradas por emisores no garantizados, el horizonte parece imprevisible. La prensa de papel ha hecho mal muchas cosas, cruzando la raya que separa la defensa de los ciudadanos de la de los poderes, y lo está pagando. Pero ir hacia un mundo de periódicos sin periodistas, de medios de comunicación sin verdaderos editores, es un castigo excesivo para todos. Y es lo que sucede". Llamo la atención sobre esta cita por lo inusual que resulta la reflexión crítica de los periodistas sobre los medios de comunicación, y el escándalo que habitualmente se organiza cuando se informa u opina críticamente de otros medios. Tal vez a este defensor le corresponda su parte de culpa en esta falta de debate. Pero que el árbol de la autocrítica no nos impida ver la selva de los medios.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonear al número 91 337 78 36.
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