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Reportaje:

Alá tiene hueco en Entrevías

San Carlos Borromeo, en Vallecas, festeja el ramadán con una ceremonia y un banquete con cerca de 60 personas

Pilar Álvarez

Tarik preside la ceremonia con el cura Javier Baeza. Los dos están sentados en el banco principal de San Carlos Borromeo, la parroquia roja de Entrevías (Puente de Vallecas). Pero no toca oficiar misa. Anoche se juntaron un grupo de amigos y fieles para romper juntos el ayuno en el día 24 del mes sagrado musulmán del ramadán. Tarik lee un texto en el que agradece el apoyo de los tres curas que, desde abril, traen de cabeza al arzobispado de Madrid, cuyo plan es cerrar la parroquia y convertirla en un centro social.

"Hemos roto de forma extraordinaria las barreras que separan el cristianismo del islam", prosigue Tarik. Alude a "cosas que no pasan en ningún otro sitio, sólo en Entrevías". Y al espíritu "abierto y tolerante" de Jesús. "Habla más fuerte", le gritan desde una esquina. "Es que no he comido", responde. Carcajada general. En su camiseta blanca, el rostro de Jesús sobre un letrero: "Cristo vive". Todos se levantan y se cogen las manos.

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Entre la gente, Enrique de Castro y Pepe Díaz, los otros dos curas que ofician misa sin sotana y reparten mendrugos de pan para comulgar. La ceremonia termina con un padrenuestro. Y la parroquia que siempre tiene las puertas abiertas se convierte entonces en un gran banquete. La fiesta se traslada al comedor de la planta superior. Youssef Terrach, un joven de 24 años con los ojos enormes, espera junto a una paellera sin un grano de arroz. "Es un tajin de sardinas, lo he hecho yo", comenta orgulloso. Se trata de un guiso con verduras, al que se añade pescado o carne y que normalmente se prepara en un recipiente de barro. Pero el cocinero no tiene mucha hambre. "Es que yo no hago ramadán, ¿sabes?". Eso no es un problema en Entrevías.

Otros viven su primer ramadán. Como María Dolores de Pando, una jubilada de Carabanchel que está encantada con la fiesta. Le sirven harira, la sopa con la que se rompe el ayuno y que sacan en platos de plástico de una olla enorme. La mujer se acerca la cuchara a la nariz. Lo prueba.

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Tres cucharadas más tarde, María Dolores decide aventurarse con el tajin de Youssef. "Mucho mejor, esto sí que está bueno". Mientras come, explica que acude a menudo a San Carlos Borromeo. "Me gusta conocer gente distinta, buscar mi propia verdad... y estos curas son buenos". Lo mismo piensan los hermanos Ahmed, de 24 años, y Bilal, de 20. Sentados en el borde de la terraza, cuentan retazos de su vida. Llegaron a Madrid desde Tánger hace más de un año. Primero, el mayor, luego el pequeño. Aterrizaron "sin nada", explica Ahmed. Viven con los párrocos y trabajan con ellos en una empresa de mudanzas montada por la parroquia. En San Carlos Borromeo nadie pide papeles. "La gente fuera no nos quiere, pero aquí sí".

La comida termina con una oración en árabe en la que vuelven a participar todos. "Es sobre Dios y sirve para musulmanes, cristianos o judíos", explica después Tarik. Para él, que lleva siete años con los curas, la vida "ya es bastante complicada para buscar confrontaciones". Asegura que San Carlos Borromeo es su iglesia. Es musulmán, pero va más a Entrevías que a la mezquita. No entiende por qué la jerarquía eclesiástica es tan crítica con los tres párrocos.

Javier Benítez explica que se han enterado "por terceros" de que el cardenal Antonio María Rouco está dispuesto a dialogar con ellos. Ningún mensaje oficial desde junio, cuando el arzobispado de Madrid dio instrucciones para que Cáritas diocesana dejara de colaborar con la parroquia y cancelara las ayudas sociales. Benítez le quita importancia: "Tampoco es mucha ayuda".

La música árabe suena de fondo. Benítez cuenta que ellos han decidido seguir con su vida, con los cursos, con las charlas... "Hoy celebramos el ramadán y mañana iremos al juzgado a recoger a unos chicos, como siempre", añade.

A Enrique de Castro tampoco le preocupa la jerarquía, confiesa sentado en una esquina del comedor junto a un amigo y un plato de dátiles y dulces. Una chica comienza a bailar la danza de vientre a unos metros. "Si Rouco nos busca, ya sabe donde encontrarnos", concluye de Castro.

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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