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Crónica:NUESTRA ÉPOCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El timo de Cameron y la broma de Hague

Los conservadores critican a la UE, pero saben que no se puede hacer nada sin ella

Timothy Garton Ash

P odemos llamarlo el timo de Cameron. Podemos llamarlo la broma pesada de Hague. En cualquier caso, es una habilidosa muestra de engaño político. Consiste en lo siguiente. Los británicos, dicen, son un pueblo fuerte y lleno de recursos. Gran Bretaña es un país soberano, y debería serlo todavía más, recuperar poderes que ahora tiene la Unión Europea. Además, Gran Bretaña -"una nación isleña que nunca es insular", definió el responsable de Exteriores del Gabinete en la sombra, William Hague, durante la conferencia del Partido Conservador- tiene un profundo sentido de la responsabilidad ante la situación del mundo. Veamos los temibles problemas que nos aguardan en el que el líder del partido, David Cameron, durante su discurso de cierre de la conferencia, llamó repetidas veces "un mundo nuevo": terrorismo internacional, pobreza en África, cambio climático, Birmania, Zimbabue, Irán. Nuestro país, la Gran Bretaña orgullosa y moderna, se ocupará de todos ellos.

Cameron y Hague saben que la capacidad británica de influir en el mundo ha disminuido, sigue disminuyendo y va a disminuir más todavía
No dicen al elector que para defender los intereses nacionales, Gran Bretaña tiene que trabajar a través de alianzas e instituciones internacionales
El verdadero poder para convencer a los generales birmanos es China. ¿Creemos que una llamada de Gran Bretaña va a influir en la política de Pekín?

¿El timo? ¿La broma? Como Cameron y Hague saben a la perfección, la capacidad británica de influir verdaderamente en cualquiera de estos ámbitos, si actúa como potencia independiente, ha disminuido, sigue disminuyendo y va a disminuir más todavía. Identifican los problemas del siglo XXI, pero se niegan a detallar qué hace falta para encontrar soluciones del siglo XXI. Porque esa verdad incómoda asustaría a los militantes del partido y enfadaría a los lectores de los influyentes, conservadores y euroescépticos The Daily Mail y The Sun en unas elecciones anticipadas que puede convocar en cualquier momento Gordon Brown. La realidad que no cuentan es que, para defender hoy los intereses nacionales, Gran Bretaña tiene que trabajar casi siempre a través de alianzas e instituciones internacionales, empezando, muchas veces, por la UE.

Veamos el caso de Birmania, por ejemplo, un país que seguimos teniendo muy presente aunque la resistencia no violenta haya quedado temporalmente aplastada. Gran Bretaña, sola, tiene una influencia mínima en Myanmar. Por consiguiente, debe trabajar a través de la UE y en colaboración con EE UU. En el propio portal web de los conservadores, al final de una página con un discurso en el que Hague reclama un referéndum sobre el tratado de la UE y despotrica contra "el nombramiento de un ministro de Exteriores de la UE al que sólo le falta el nombre", está presente un enlace que dice: "Exigimos a la UE que haga ya algo respecto a Birmania". Exacto. Como alega Rod Liddle en el semanario conservador The Spectator, una amenaza de toda la UE de detener las inversiones y el comercio es la única cosa que puede quizá influir en los déspotas birmanos. Influir de manera marginal, claro está, porque el verdadero poder para convencerles lo tiene China. ¿Creemos que una llamada telefónica de Gran Bretaña va a cambiar la política china?

En ese mismo discurso en el que protesta contra la idea de que exista una política exterior europea, Hague se refiere a otro régimen monstruoso, el de Zimbabue. ¿Y qué dice? "Exigimos... a la UE que apriete sistemáticamente las tuercas a este régimen de barbarie". Exacto. Sólo una UE que actúe de forma unida puede tener suficiente influencia. Sin embargo, a la hora de aprobar un tratado que permita todo eso, Hague no quiere que la UE actúe de forma unida ni tenga esa influencia. Quiere un referéndum para impedirlo. Parece un poco contradictorio, ¿no?

Veamos otro ejemplo, el grave peligro de que la República de Irán, un régimen inestable y enemigo de Israel, obtenga la bomba nuclear, y el riesgo consiguiente de que Washington bombardee Irán por adelantado, con las desastrosas consecuencias que serían de suponer para la región. (Para evitar cualquier posible malentendido: no estoy diciendo que Teherán y Washington sean moralmente comparables, en absoluto). ¿Qué puede hacer Gran Bretaña? La respuesta típica de los conservadores es: utilizar nuestra famosa "relación especial" con EE UU. Descolgar el teléfono y llamar a Washington. Podemos imaginarnos la llamada. David Cameron: "George, viejo amigo, mira, no nos parece que sea buena idea bombardear Irán. Y tengo que decirte que no puedes contar con nuestra fuerza aérea". George W. Bush (porque es él) se vuelve hacia el vicepresidente Dick Cheney: "Dick, David dice que no deberíamos bombardear Irán". Cheney: "Vaya, bueno, si lo dice Petraeus, a lo mejor deberíamos pensárnoslo". Bush: "David Petraeus no, David Cameron". Cheney: "¿David quién?".

La idea de nación-estado

Si el poder individual de Gran Bretaña es tan escaso cuando se trata de Estados concretos, lo es todavía más cuando se trata de grandes retos transnacionales como el cambio climático, el desarrollo, el crimen organizado y el terrorismo internacional. Eso no quiere decir que haya que descartar por completo la idea de la nación-estado, que sigue viva y coleando. En los últimos años, Gran Bretaña ha utilizado muy bien sus ventajas históricas (las relaciones con países de todo el mundo, la lengua inglesa, la City londinense como centro financiero mundial), hasta el punto de que hay algo de cierto en el viejo tópico -también utilizado por Cameron en el discurso ante la conferencia del partido- de que Gran Bretaña "tiene más pegada de la que parece". Sin embargo, frente a las grandes potencias emergentes que son China e India, una Rusia en trance de recuperación y un EE UU aún poderoso, sería absurdo negar que el peso relativo de Gran Bretaña en el mundo es menor de lo que era y va a ser aún más pequeño. Y, por muy bien que se nos dé el boxeo, necesitamos más peso.

Un nuevo 'think-tank'

El lugar más lógico para obtenerlo es la UE, la mayor concentración de pueblos ricos y libres fuera de EE UU, y una comunidad política que sí que tiene hoy día una pegada muy inferior a la que corresponde a su peso en el mundo. Éste es el irresistible argumento de un nuevo e interesante think-tank y grupo de presión llamado Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, que se pone en marcha esta semana (su página web es www.ecfr.eu. Debo confesar que soy uno de los miembros fundadores). Uno de sus primeros proyectos es una especie de auditoría de poder de las relaciones de la UE con la Rusia de Putin, cada vez más agresiva y represiva. Si Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia intentan tener sus respectivas estrategias separadas para tratar con Rusia, como ha ocurrido durante los 10 últimos años, Rusia seguirá teniéndonos a cada uno de nosotros entre la espada y la pared. Si utiliza su petróleo, su gas y sus recursos minerales, puede dividir para vencer. En cambio, cuando actuamos unidos no lo consigue. Entonces, la correlación de fuerzas -para emplear el viejo término soviético- es distinta, y beneficia los intereses nacionales de todos y cada uno de nosotros.

Sin embargo, ese fortalecimiento de la voz europea es precisamente a lo que Cameron y Hague se oponen firmemente. ¿Por qué? Si estuviéramos hablando de una generación anterior de conservadores británicos, todavía con recuerdos personales de Winston Churchill y la grandeza del imperio, podríamos pensar que se engañaban a sí mismos. Pero no es el caso con este grupo. Si fuera posible hablar con ellos en privado, quizá pondrían algún reparo, pero aceptarían la idea fundamental de que, nueve de cada diez veces, sólo es posible obtener los objetivos nacionales a través de alianzas y organizaciones internacionales, entre ellas la UE.

Criticar a Europa puede servirles a los líderes conservadores para reunir a sus tropas y apelar a los votantes indecisos en caso de elecciones anticipadas. Ahora bien, cuando estén en el gobierno, muchas veces no tendrán otra manera de alcanzar los objetivos que proclaman, y ellos lo saben. Por tanto, si bien esta táctica puede ser eficaz desde el punto de vista electoral, es también profundamente deshonesta. Es una gran mentira al pueblo británico. Es la broma pesada de Hague, el timo de Cameron.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

David Cameron, líder del Partido Conservador británico, al finalizar su discurso en la conferencia anual.
David Cameron, líder del Partido Conservador británico, al finalizar su discurso en la conferencia anual.REUTERS

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