_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ni pesimistas ni resignados

Javier Arenas se ha autodesignado por aclamación popular candidato a la presidencia de la Junta. Ése es el milagro de la democracia interna en el PP. Se nombra un sucesor a dedo o el propio sucesor se sucede a sí mismo y el partido hace un acto para aprobar la decisión por unanimidad. Hace una semana, en la Junta Directiva Regional del PP andaluz no se alzó ni una sola voz en contra de la nominación de Arenas por parte de Arenas. Todos fueron aplausos para designar al mismo nuevo candidato del PP en 2008, que ya lo fue en 1994 y 1996. El líder popular salió de este cónclave reforzado frente a él mismo, y catorce años después vuelve a encabezar la lista que ya encabezó en dos ocasiones con un éxito de participación y público que ya hubiera querido para sí El Platanito en sus mejores tardes.

Arenas está convencido de que a la tercera será la vencida. En este mundo, les ha venido a decir a los suyos, no hay nada imposible ni eterno, por eso la victoria del PP en Andalucía es algo que puede suceder. "Es posible", han sido sus palabras textuales. Por ello, el líder del PP no quiere cerca de él a los pesimistas, ni tampoco a los resignados, sino a personas inasequibles al desaliento que no den una batalla por perdida. Quiere a su lado, en definitiva, a dirigentes como él, quién a pesar de que nunca ha encabezado una candidatura ganadora a unas elecciones -ni a la Junta, ni al Congreso por la circunscripción de Sevilla- sigue sin perder la esperanza ni el apoyo de sus militantes. Es más, si Sevilla se le resiste, se va a Almería. Y aún le quedan otras seis provincias por donde intentarlo.

Esas son adhesiones inquebrantables, y no las que tiene Diego Valderas, que va a terminar creando un cisma en IU para poder encabezar la lista por Sevilla. Valderas se presentó en las últimas elecciones andaluzas como candidato a la presidencia por Huelva y no salió elegido ni diputado, que tiene su mérito político. Cualquiera en sus circunstancias se hubiera ido a su casa, pero él, con este magnífico aval, emergió de la derrota reforzado y preparado para esta segunda oportunidad. Y además, dispuesto a llevarse por delante a uno de los escasos avales que le quedan a esta formación política en Andalucía, la que ha sido portavoz parlamentaria en esta legislatura, Concha Caballero. Personas como Valderas son las que necesita Arenas a su alrededor. Ni pesimistas ni resignados, inasequibles al desaliento. Capaces de perder las elecciones presentándose por Huelva o por Sevilla, o por donde pueda o le dejen.

Peor le va al Partido Andalucista. En esta formación política el panorama es tan negro que hasta los críticos con Julián Álvarez creen temerario articular una oposición externa antes de las elecciones. La interna no es posible, ya que los disidentes han sido expulsados. En los próximos comicios el PA corre el riesgo de quedarse, por primera vez en la historia, fuera del Parlamento. A Álvarez le da igual presentarse por cualquier provincia. Y a los militantes también. Deben de pensar que cada cual está en su derecho de elegir donde pegarse el batacazo. Ni Rojas Marcos, ni Pacheco, ni Ortega, ni Álvarez, ni nadie puede terminar siendo el resumen del recuento en la noche electoral. Pero ahí sigue el líder del PA, ni pesimista ni resignado. Otro político de la estirpe que Arenas reclama para estar a su lado.

Presentarse a unas elecciones para perderlas requiere mucho optimismo. Es verdad que resulta más llevadero cuando se acumula una larga experiencia en derrotas. Porque lo terriblemente frustrante para un político es pasar del gobierno a la oposición, no mantenerse en ella. El ejemplo más reciente ha sido Paulino Plata y su frustrada candidatura a la alcaldía de Marbella. Ha durado cien días. A Plata le faltó desde un principio el optimismo adecuado. Fue a Marbella pesimista y resignado. Y así no hay quién celebre una derrota.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_