Argenta
Fernando Argenta (Madrid, 1945) es un comunicador de la música como no hay otro, y su conciertazo de los sábados (La 2, 12.00), un lujo de alta divulgación cultural más propio de una cadena pública anglosajona. Este hombre vive en la música desde que nació, hijo -no ha debido de serle fácil- del explosivo director de orquesta Ataúlfo Argenta. Primero Fernando fue rockero, seguidor de Elvis Presley, Chuck Berry, Sam Cooke, y más tarde, de los Beatles y los Rolling, entre otros. En 1971 creó para RNE Clásicos populares, auténtico hit de unas ondas más propias de algún país nórdico que de éste, tan caluroso. Y desde el año 2000 ha añadido a este impresionante currículo, que le ha reportado premios internacionales, El conciertazo, donde exhibe ante los chavales una familiaridad divertida y contagiosa con toda la tradición occidental, por encima de géneros y prejuicios. Un hombre espectáculo, tanto cuando habla presentando las piezas como cuando explica cuentos o empuña la batuta. Y lo que aún es mejor, pasa de una a otra actividad con una admirable falta de presunción. Un monstruo de la pantalla que es a la música lo que Arguiñano a la cocina.
Cuidado que se echa en falta la divulgación de calidad. El otro día me recordaba un amigo la excelente serie de las nueve sinfonías de Beethoven explicadas y dirigidas por Leonard Bernstein. Las lleva buscando desde hace tiempo y no consigue dar con ellas, cuando la verdad es que deberían poder encontrarse en cualquier mediateca. La capacidad de Bernstein para exponer las obras con claridad y a la vez contagiar su entusiasmo es un legado de primera magnitud. En lugar de eso, la misma La 2 pone los domingos a las 8.00 un concierto, no mayormente especificado en las programaciones. El de ayer, que vi por culpa de la fórmula 1, consistía en un concierto para coro y orquesta... ¡de música coreana! Lo juro. Por toda explicación, los nombres en sobreimpresión de las obras, malas de solemnidad. Por ahí no vamos bien. Que se lo pregunten los responsables de la cadena a Fernando Argenta, ya verán qué les dice.
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