Guerra de proyectos
Me temo que el rifirrafe en que se han enzarzado los socialistas y los populares, en el Ayuntamiento de Alicante, no nos conducirá a ninguna parte. Este cruce de proyectos sobre el monte Benacantil y la Fábrica de Tabacos, que esgrimen unos y otros, no tiene, a mi juicio, el menor valor. En cualquier caso, su interés para la ciudad es muy limitado, prácticamente nulo. Cuando se estudian las propuestas de ambos partidos, se advierte que están realizadas sin un mínimo de rigor. Igual que ofrecen construir un auditorio, o una biblioteca -por no hablar de aquella exageración de la Fábrica de las Artes-, podrían haber prometido cualquier otra cosa. De lo que se trata, por lo visto, es de que las ocurrencias de uno superen a las del otro y así pasar el rato, jugando a gobierno y oposición.
A la propuesta del concejal Miguel Valor, de instalar un teleférico entre el castillo de Santa Bárbara y la playa del Postiguet, se ha opuesto de inmediato la Plataforma de Iniciativas Ciudadanas. Pierdan cuidado estos animosos ciudadanos, que no peligra la fortaleza. Si algún riesgo amenaza al castillo de Santa Bárbara, no es, precisamente, el teleférico. Hace cuarenta años, ya se hablaba del proyecto en la ciudad. En Alicante, cuando un político municipal ha deseado hacerse notar, desempolvaba el plan y lo ofrecía a la opinión pública como la última novedad. De ese modo, se aseguraba una página en los periódicos del día siguiente, como Miguel Valor acaba de demostrar.
Para dar un toque de credibilidad al asunto, el consejero de Infraestructuras, Mario Flores, ha prometido en vago unas ayudas. Nada más escucharlo, algún periodista entusiasta se ha apresurado a afirmar que los proyectos de Valor ya tienen financiación de la Generalidad. Cuando los alicantinos veamos soterrado Conde de Vallellano, empezaremos a hablar. El señor Flores nos perdonará si, hasta que tal cosa ocurra, nos mostramos suspicaces ante su generosidad. Mientras llega ese momento, podría ayudar a Luis Díaz a comprar la Serra Grossa y los humedales de Aguamarga, como su partido se comprometió en la campaña electoral.
Todas estas ocurrencias en las que entretienen su tiempo el gobierno y la oposición municipal, demuestran lo poco que se ha avanzado en la ciudad. Las expectativas que había creado la presencia de Etelvina Andréu en el Ayuntamiento, han debido matizarse conforme transcurrían los días. Es cierto que los socialistas ya no presentan aquel aire acomodadizo que les caracterizó tiempo atrás y que tan agradable resultaba para Luis Díaz. Ahora se percibe en algunos miembros del grupo una mayor energía y determinación. Por desgracia, esta voluntad no logra encauzarse de una manera adecuada. Como oposición, los socialistas aún no han logrado armar un discurso que llegue al alicantino de manera precisa y plantee una alternativa de gobierno para la ciudad.
Si el papel de la oposición no acaba de definirse, el del gobierno municipal es, en la práctica, inexistente. La apurada situación judicial de Díaz ha creado un clima de interinidad en el que sólo se presta atención a los asuntos de diario -y esto, en el mejor de los casos-. Puede afirmarse, sin exagerar, que el futuro es un tiempo que no existe para Alicante. La prueba es que, si se ejecutasen todos los proyectos que ahora mismo se discuten, en nada variaría la situación de la ciudad. Y es que el atraso que vive Alicante, atraso que se arrastra desde hace más de una década, no se arregla con un funicular.
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