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Mercè 2007

Aglomeraciones en la plaza del Rei, fiesta africana en la catedral

Angelique Kidjo puso movimiento al público con su potente pop africano

En la tercera noche de fiesta mayor en Barcelona, la de anteanoche, los escenarios situados en el centro de la ciudad registraron una afluencia de público menor que en días anteriores. Excepto, eso sí, la plaza del Rei, en la que no cabía ni un alma ya antes de las diez de la noche. En el resto de escenarios hubo que esperar hasta pasada la media noche para que el ambiente se caldeara lo suficiente y la fiesta que se vivía en la calle y lo ofrecido desde el escenario estuvieran en sintonía.

En la plaza del Rei los responsables de las aglomeraciones -era del todo imposible acceder no sólo a su interior sino permanecer quieto en las cercanías- eran dos cantautores: el vasco Ruper Ordorika y el catalán Quimi Portet. Juntos, pero no revueltos, fueron ofreciendo sus canciones en el marco menos apropiado que pueda imaginarse y no por el marco, sino por el entorno bullicioso y festivo, por no decir alborotador, que rodeaba la plaza. Imposible seguir una sola frase de una música que requiere cierta intimidad para ser mínimamente disfrutada. Otra vez será.

El bullicio pudo con las actuaciones de Ruper Ordorika, Quimi Portet y la Argentina

Mientras, en la avenida de la Catedral la joven cantaora Argentina luchaba también contra los elementos. A pesar de la modernidad del envoltorio, el suyo no es un flamenco festero y el ambiente no estaba para cosas profundas esa noche. Rodeada de siete acompañantes, Argentina se mostró segura y rebosante de vitalidad. La cantaora de Huelva pisa fuerte, pero a la hora en la que actuó, en la catedral había más ganas de bailar que de escuchar cosas serias.

Tampoco acertó con el repertorio la canaria Mariví Cabo en el escenario situado en la plaza de Sant Jaume, entre el Ayuntamiento y la Generalitat. A pesar de su voz potente y matizada, la cantante ofreció música popular de sus islas con un tratamiento más detallista que festivo que no consiguió sobreponerse a los ruidosos grupos que constantemente atravesaban la plaza sin preocuparse por lo que sucedía en el escenario.

Muy diferente fue la irrupción, pasada la media noche, de Angelique Kidjo en la avenida de la Catedral. El ambiente un tanto cansino que había acompañado la actuación de Argentina pareció desaparecer como por arte de birlibirloque. La sola presencia del cantante de Benin, vestida con un elegante traje de chaqueta marrón pareció insuflar un subidón de adrenalina al público, que, aparecido de quién sabe dónde, comenzó a llenar la avenida. Inmediatamente, el poderoso y colorista ritmo de Angelique Kidjo lo puso todo en movimiento. El suyo es pop africano potente y contagioso, matizado por percusiones implacables y toques eléctricos bien dosificados. Huyendo de falsos folclorismos, Kidjo puso en pie la avenida de la Catedral con su voz musculosa y una puesta en escena enérgica y sin fisuras. Un concierto soberbio.

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Angelique Kidjo trajo la fiesta al centro de Barcelona. Una fiesta danzante, soleada y contagiosa. Había valido la pena esperar.

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