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Reportaje:

Madrid da color a la noche en blanco

Decenas de miles de personas participan en cientos de actos a pesar de la lluvia de las primeras horas

"Hubieran tenido que cortar el tráfico y no hacer pasar por aquí todos los autobuses de la Castellana", comentaba la madrileña Mari Díaz. Pero ni los problemas de movilidad ni la lluvia, que empezó a caer a las diez menos cuarto y se hizo intensa después, desanimaron a los miles de asistentes a la segunda Noche en Blanco que ha vivido Madrid. A tenor del público que colapsó distintas arterias de la ciudad, el balance podría superar el millón de personas del año pasado. A las doce de la noche, cuando el agua cesó, el hormiguero de gente tapizó las vías y plazas con más acción: Cibeles, Gran Vía, Alcalá, Castellana, Recoletos, Plaza de España...

Recién abierta la fiesta cultural (que se inició a las 21.00), ya centenares de personas paseaban por los alrededores del Museo del Prado en busca de las fotografías de la serie Colas realizadas por el artista barcelonés Antoni Muntadas. Los niños jugaban en una instalación que pretendía reproducir una telaraña. Un actor aguardaba antes de empezar su actuación.

Poco antes de las nueve el alcalde de la capital, Alberto Ruiz- Gallardón, afirmaba: "Madrid es una ciudad abierta, despierta y que vive intensamente esta noche mágica". Para eso sólo hacía falta salir y elegir uno de los casi 200 espectáculos organizados.

El alcalde empezó su andadura en la plaza de Colón a ritmo de sonido de sirenas de barco. Pero la alegría se tornó en sorpresa cuando a las once menos diez de la noche le avisaron de que en el Cuartel del Conde Duque el escáner había detectado un paquete con cables sospechosos y que se iniciaba el desalojo del inmueble. En los minutos siguientes, no ocultaba su preocupación y pidió ser informado inmediatamente de todo. Finalmente todo quedó en un susto. Hubo un desalojo del público que duró sólo unos pocos minutos, el tiempo que los artificieros tardaron en comprobar que se trataba de una falsa alarma.

"Mira esa ventana, ahí trabajé yo", señalaba Carmen, una prejubilada de 55 años, ex empleada de Telefónica, ante la instalación del jerezano Chema Alvargonzález en el edificio de la Gran Vía.

El artista, que lo observaba todo desde el hotel de enfrente, había iluminado las ventanas de color azul y en la fachada había colocado varias palabras encontradas durante paseos por la ciudad.

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Los curiosos que inundaban las aceras de la Gran Vía tenían que poner atención para no quedarse embobados ante el edificio y no olvidar que el semáforo acababa de ponerse en rojo para los viandantes.

En la calle de Fuencarral, centenares de jóvenes bailaban ritmos electrónicos desde el mercado local hasta la boca de metro de Tribunal, en el tercer Festival Pura Vida Hellomoto.

La lluvia trastocó los planes al poco de empezar la actividad en el Centro Conde Duque. La proyección de Journey to the moon and 9 drawings for projection, crónica libre de la transición del apartheid a la democracia en Suráfrica, de William Kentridge, estaba prevista para las 22.30, pero el aguacero obligó a los asistentes a ponerse a cubierto. Había cola en la Sala de Bóvedas para ver la muestra de restos arqueológicos de Pompeya y Herculano procedentes del Museo de Nápoles, de modo que una buena alternativa era abrirse paso entre el gentío y los desechos reciclados de la exposición de Basurama hasta llegar a la sala Pedro de Ribera. El grupo alemán Kaskaden Kondensator había puesto en marcha Party Manual, una discoteca móvil cuya luz y sonido procedían de bicicletas e instrumentos de gimnasia. El joven Andrés, un estudiante de cocina rumano de 22 años, corría dentro de una rueda como un hámster, animado por los espectadores que no estaban dispuestos a sudar. Él sí. Tenía previsto correr hasta el cierre, al amanecer.

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