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Un amplio sector de presos de ETA reprocha a la cúpula su olvido durante la negociación

Gobierno y nacionalistas ven debilidad en todos los frentes de actividad del entorno etarra

Luis R. Aizpeolea

Un amplio sector de los presos de ETA reprocha a su dirección haber sido olvidados durante el proceso de paz, según fuentes nacionalistas. El desánimo de muchos presos de ETA por la gestión del proceso, y la situación de Batasuna, donde se están produciendo críticas en la misma dirección, han empujado a ETA y Batasuna a ofrecer nuevas explicaciones para exculparse y responsabilizar del fracaso al Gobierno en exclusiva. Así se interpreta en medios nacionalistas la publicación, este fin de semana, por el diario Gara de un especial de 64 páginas sobre el fallido proceso de fin dialogado del terrorismo.

El texto, que intenta ser un historial completo del proceso, recoge estos capítulos: El último intento; el Cronograma del proceso; Los hechos; Las siete claves de cómo se llegó; los cinco factores contra un proceso; Los protagonistas; La propuesta del Anaitasuna y los documentos.

Al margen de algunas anécdotas, el texto no aporta novedades respecto a lo ya conocido y que el propio diario Gara publicó en primavera, una vez roto el alto el fuego por ETA. La respuesta que ayer dio el Gobierno fue: "Nos cuentan una novela para justificar la violencia y buscar la desunión de los demócratas". Fuentes del Ejecutivo añaden que ETA trata de "vengarse de que este Gobierno no haya cedido a sus pretensiones intentando que lo pague en las urnas".

La necesidad de reiterar argumentos ya conocidos por parte de ETA y Batasuna significa que sus bases están muy mal, señalan fuentes nacionalistas. La publicación de Gara coincide con un comunicado de Batasuna de la víspera en el que dice que "Zapatero, igual que sus predecesores en el cargo, diseñó su hoja de ruta con la única intención de conseguir un proceso de rendición".

Un dato significativo es la situación del colectivo de 750 presos de ETA. La mayoría de ellos acogieron con esperanza el anuncio del proceso y lo apoyaron. Tras su fracaso han entrado en una fase de desánimo y proliferan las críticas a la gestión del proceso por la dirección de ETA, señalan fuentes nacionalistas. Algunas de esas críticas se centran en el olvido de la dirección de ETA sobre su situación, precisan las fuentes consultadas.

ETA, en sus contactos con el Gobierno, primó la búsqueda de un preacuerdo político antes que la negociación de una salida de sus presos a cambio de una reafirmación del cese definitivo de la violencia, como estaba previsto en la hoja de ruta del proceso. La única propuesta que ETA hizo al Gobierno sobre sus presos se refirió a la adopción de medidas especiales para los enfermos.

ETA y Batasuna también encuentran problemas en ANV (Acción Nacionalista Vasca), la marca con la que comparecieron algunos de sus seguidores en las elecciones municipales del 27-M. Algunos ediles de ANV se sienten engañados porque se presentaron en las listas para contribuir a un proceso de paz y ahora se encuentran ante un proceso de confrontación total, con el agravante de que ETA esperó a después de las elecciones para romper la tregua formalmente, señalan fuentes nacionalistas.

El desconcierto también está instalado en Batasuna que, a fines de año, renovará su cúpula. Su portavoz, Arnaldo Otegi, está en la cárcel desde hace tres meses, y muchos de sus cuadros con procesos judiciales pendientes en los que arriesgan años de prisión. La falta de respuesta en Batasuna al encarcelamiento de Otegi y la clara merma de la capacidad de convocatoria de sus movilizaciones, desde que ETA rompió el alto el fuego, preocupa a su cúpula por el desánimo que se aprecia en sus bases.

La Iglesia vasca, con fuerte peso nacionalista, que se implicó en los prolegómenos de la tregua, también responsabiliza a ETA de la ruptura. Lo mismo sucede con un sindicato de fuerte acento nacionalista, como ELA-STV, y con organizaciones internacionales que colaboraron en el proceso, como el Sinn Fein.

La percepción del Gobierno es que ETA y Batasuna han salido de esta tregua aún más débiles que de la anterior, la de 1998. En aquella ocasión su debilidad se manifestó en la escisión que sufrió Batasuna en varios grupos, especialmente Aralar, así como en la pérdida de más de 100.000 votos y la mitad de los escaños -de 14 a 7- entre las elecciones de 1998, celebradas al inicio de la tregua, y las de 2001, al año y medio de su ruptura.

Su pérdida de peso tras aquella tregua, se debió a que no logró convencer a sus seguidores de que la responsabilidad de la ruptura de la tregua era del Gobierno. Tres meses después de la ruptura de la nueva tregua de marzo de 2006, el Ejecutivo está convencido de que tanto ETA como Batasuna están más débiles aún que tras la tregua de 1998. No sólo por las detenciones policiales, que muestran un alto control sobre ETA y un decisivo apoyo internacional, sino por el aislamiento de Batasuna por el resto del nacionalismo, que ya no tolera que no rechace el terrorismo.

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