La junta de accionistas de ABN Amro mantiene la duda sobre el futuro del banco
El equipo directivo de ABN Amro sufrió ayer los efectos de lo que podría denominarse un asalto desde sus propias filas al explicar a los accionistas las consecuencias de las dos opciones de compra a las que se enfrenta. Creyeron que una postura neutral frente a las propuestas efectuadas por Barclays y por el consorcio formado por el Santander, Royal Bank of Scotland y Fortis serviría para ganarse la confianza de los dueños de títulos. Éstos contraatacaron, implacables, criticando "la muerte del banco más señero de Holanda".
Algunos de los accionistas pidieron la cabeza de Rijkman Groenink, presidente de la entidad. La tensa junta extraordinaria acabó con las mismas dudas que pretendía despejar.
Al principio, la cita se desarrolló conforme a lo previsto. Rijkman Groenink admitió, sin reparos, que la oferta de 65.000 millones de euros firmada por Barclays era "claramente inferior, hasta un 14%, a la del consorcio, de 71.000 millones". Por eso mismo, le resultaba "imposible pedir a los accionistas que sufragaran la diferencia de su bolsillo".
Como ABN no deseaba influir en la decisión de los accionistas sobre el destino de sus títulos, a continuación aseguró que habían discutido a fondo con el consorcio las consecuencias de la compra. "Si bien no podemos recomendarla porque derivará en la partición de ABN, el Santander y sus socios tienen una proposición seria y sólida y no quieren producir daños. Además, no parece que vayan a cambiarla ni tampoco será retirada", añadió.
Su canto a la neutralidad, acompañado de un continuo quitar y ponerse las gafas, concluyó con un paradójico elogio a Barclays. Según afirmó, "su visión concuerda con la nuestra en el plano estratégico e histórico". En caso de que el banco británico aumentara el montante de su proposición, dijo, "cambiaría nuestra recomendación; pero eso no hoy parece realista".
A pesar de que otros directivos, como Arthur Martínez, presidente de los consejeros, también intervinieron para asegurar que las bonificaciones de los altos cargos ante una operación de esta envergadura "habían sido aprobadas con total transparencia", el presidente Groenink se llevó todas las críticas. Con la tensión derivada del plazo de principios de octubre que acosa a los accionistas para entregar sus títulos a uno de los dos postores (la oferta del Barclays debe hacerse efectiva el 4 de ese mes y la del consorcio el 5) apenas hubo ayer sosiego para la directiva.
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