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Necrológica:'IN MEMÓRIAM'
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Ángel Castilla, pediatra

Andrés Ortega

Por las manos de Ángel Castilla Polo, fallecido el pasado 18 de agosto en Madrid a la edad de 92 años, ha pasado una gran parte de la burguesía madrileña. Puericultor del Estado, medalla de oro al Mérito en el Trabajo en 1998, ha sido el pediatra por excelencia de muchos que han seguido usando su saber médico hasta bien entrados en edad madura.

Ir a su consulta, primero en la calle de Ayala y después en la de Carbonero y Sol, era, para los padres, mucho más que ir al médico, por las sensatas, atrevidas, divertidas y directas consideraciones sobre política o sobre cualquier otro tema de actualidad de este hombre culto y que practicaba el arte de la conversación. Castilla era mucho más que un médico, era persona; y buena persona. Este liberal a la antigua usanza se consideraba discípulo de José Ortega y Gasset -del que su hermana Lolita fue entrañable secretaria en Revista de Occidente- y fueron esos valores los que inculcó a sus 10 hijos y a todos los que le rodeaban.

El doctor Castilla siempre estaba dispuesto, cuando le llamaban a cualquier hora. Para pasar consulta en su casa o en los domicilios de los niños enfermos, pues practicó hasta que la mala salud le fue retirando, a una edad muy avanzada, de la medicina domiciliaria. Y si el paciente estaba muy lejos, por ejemplo de viaje en Venezuela, como pude presenciar, le hacia toser para comprobar si tenía o no tosferina. Tenía un ojo clínico sensacional, y sobre todo una inmensa vocación para su profesión que ejercía con un sentido común sin igual. Así cuando una madre le pedía un calmante para un hijo que dormía mal, él se lo recomendaba a ésta, no para el niño al que no le pasaba nada por dormir poco. Son ejemplos, entre muchos, de un médico que siempre intentaba tranquilizar a los padres, y sobre todo a las madres, que eran las que más acudían a su consulta.

Durante 63 años estuvo acompañado de su esposa Josefina -Ina-, que pasó una larga enfernedad. Una pareja ejemplar. Nacido en San Sebastián, pasó toda su vida en un Madrid que le echa en falta, pues, aunque tiene discípulos, tendría que haber creado escuela.

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