José Miguel de Azaola, europeísta
El tiempo no perdona, y lamentablemente hemos de echar en falta hoy a otro notable europeísta desde los primeros tiempos y hasta el final de sus días: José Miguel de Azaola ha fallecido a los 90 años en Alcalá de Henares, donde se retiró tras un largo periplo de ciudades europeas visitadas por vocación y por obligaciones académicas, periodísticas y funcionariales, entre éstas un alto cargo en la Unesco.
Regionalista vasco hasta la médula, europeísta convencido y batallador desde los años cuarenta, nunca en sus textos ni en sus actitudes apareció contradicción alguna entre ambas dimensiones.
Sí consideró incompatible el europeísmo con los nacionalismos que él llamó -de una parte- mayoritarios (los de los Estados europeos) y -de otra- minoritarios (los regionales identitarios). De los primeros, localizó el riesgo en el reparto de papeles que históricamente parece afectaba a los Estados en Europa y que, por ejemplo, pareció asignaba a España una exclusiva misión navegante y descubridora, a más de mesianista católica: lo cual derivó posteriormente en el solipsismo "que desprecia cuanto ignora". De los segundos, ponía en guardia frente al afán mitificador que en "nacionalistas vascos y catalanes, (...) bretones, irlandeses, croatas, eslovacos no parecen tener otro objetivo que resaltar todas las diferencias (...) por mínimas que sean, (conducentes) al provincianismo".
Frente a todo ello, Azaola propugna y clama por la construcción europea. Partirá de una "nación europea actual que, en este mundo empequeñecido por la técnica, es un puñado de hombres en un pañuelo de tierra" e irá hacia unas "estructuras supranacionales sin las cuales la unidad europea sigue siendo una utopía".
Todo esto lo decía Azaola en 1952 en el Ateneo de Madrid durante un curso que atrajo a muchísimas personas, a quienes con interés y voluntad transformadora el mensaje calaba y nos llevó al europeísmo activo, el de las "democracias decadentes" denostadas desde El Pardo. Y también asistió con frecuencia y nos aleccionó en la semiclandestina sede, refugio de europeístas en aquellos aciagos tiempos, de la Asociación de Cooperación Europea, hoy Consejo Federal Español del Movimiento Europeo.
Ni esta institución ni el Ateneo de Madrid borrarán su memoria, y los firmantes en sus respectivas instituciones invitan al lector a conocer tal biografía y aprender de sus libros.
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