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El general Petraeus se queda sin palabras

El jefe de las tropas en Irak no ha podido responder al Congreso por qué EE UU combate en el país árabe y hasta cuándo lo hará

Antonio Caño

Si hay un momento que puede resumir las 15 horas de comparecencia del general David Petraeus ante las dos Cámaras del Congreso estadounidense es el de su breve diálogo, el martes, con el senador de Virginia John Warner, un veterano republicano que está cumpliendo su última etapa en el Capitolio y que se expresa con la autoridad de su experiencia y la libertad de su inminente retirada.

-General, ¿puede usted asegurarme que la actual estrategia hará a EE UU más seguro?

-Creo, ciertamente, que se trata del mejor camino para conseguir nuestros objetivos en Irak.

-¿Eso hará más seguro a Estados Unidos?

-La verdad es que no lo sé.

No hay duda de que a poco que el general Petraeus hubiera podido responder afirmativamente a esa pregunta, lo habría hecho. Pero, tratándose del militar íntegro y responsable que está demostrando ser, no respondió simplemente porque no tenía palabras para hacerlo.

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Su dramático reconocimiento de que no sabía si la guerra de Irak mejoraría la seguridad de EE UU y la diferencia reconocida entre "los objetivos en Irak" y "la seguridad de EE UU" hablan por sí solos de la tremenda inconsistencia de esta guerra. Si no se está librando para reforzar la seguridad de EE UU, ¿para qué se está haciendo? ¿Cuáles son los objetivos en Irak? ¿Por qué hay que seguir allí?

De los objetivos originales, por supuesto, todo el mundo se ha olvidado ya. Las armas de destrucción masiva y la vinculación de Sadam Husein al 11-S resultaron ser meros recursos de intoxicación. Sobre la marcha, se fueron señalando otros objetivos: la democratización de Irak, su conversión en un modelo de convivencia para la región... Todos ellos quedaron bajo los escombros creados por los coches bomba y la violencia indiscriminada. Surgió entonces la necesidad de estabilizar Irak y combatir a una pujante Al Qaeda, inexistente antes de la invasión.

Hoy, ni eso está claro. Muchos congresistas, entre ellos Hillary Clinton, tienen dudas de que los propios iraquíes quieran estabilizar su país, sino al contrario, luchar por el poder entre las etnias y religiones rivales. Y, en cuanto al combate a Al Qaeda, aún son mayores las dudas sobre si esta guerra no está, al contrario, reforzando a la organización terrorista.

El general Petraeus y el embajador de EE UU en Bagdad, Ryan Crocker, como buenos profesionales que son, contaron al Congreso que están haciendo tímidos pero significativos avances en su misión. Lo cual parece ser cierto. Pero su testimonio no ha desvanecido sino aumentado las dudas sobre cuál es su misión y si ésta merece la pena. El embajador llegó a reconocer que "no va a haber un momento preciso en el que declarar la victoria en Irak". Quizá, simplemente, porque esa victoria ya no está al alcance.

Ambos anticipan, además, un larguísimo trabajo sin un horizonte cierto. "Vamos todo lo rápido que podemos, pero es difícil ver un horizonte a largo plazo con la situación que tenemos entre manos", reconoció ayer Petraeus ante los periodistas. "Aquí no hay un interruptor mágico para encender la reconciliación nacional; no hay más vía que dedicar tiempo y esfuerzo", añadió Crocker.

A cambio de tan inciertas perspectivas, el jefe militar en Irak ofrece una modestísima reducción de tropas que culminaría el próximo verano dejando sobre el terreno el mismo número de soldados que había en diciembre pasado, 130.000. E incluso esta reducción parece motivada más bien por las dificultades del Pentágono para encontrar fuerzas suficientes para cumplir los plazos de rotación en Irak y Afganistán.

Así pues, después de escuchar largamente a Petraeus y a Crocker, queda la impresión de que la misión en Irak tiene que continuar porque no existe una forma segura y viable de ponerle fin. Hay que continuar en Irak porque irse sería peor, es lo que han venido a decir los dos altos funcionarios, incluso aunque no estemos seguros de que eso sirva para la seguridad de Estados Unidos ni para la estabilidad o la democratización de Irak.

Ante la incapacidad de todos para encontrar esa salida, es posible que dentro de un año estemos donde hoy. Es posible que con 30.000 soldados menos en Irak y hasta es posible que con una continuada mejoría de la situación general. Pero las dudas sobre la misión seguirán siendo las mismas o mayores.

Las dictaduras utilizan los conflictos externos para distraer a su población y controlarla. Para las democracias, en cambio, es difícil combatir en guerras en las que no creen. EE UU no cree hoy en esta guerra, que sólo parece tener ya el objetivo de salvar los últimos días de la presidencia de George Bush.

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