Calle tomada

Cuando Isabel Peláez volvió de sus vacaciones de agosto no se lo podía creer. "Esto parece un campo de batalla". La calle en la que desemboca su portal está en obras. La vía, que mide unos 200 metros, desemboca en un fondo de saco. Sin salida por la parte de atrás y ahora también cerrada por delante. Una valla fijada con cemento en la acera cerca el espacio donde antes podían entrar los vecinos con sus coches y aparcar. La obra respeta la acera para peatones. Pero en el lugar donde antes descansaban los vehículos, ha comenzado a crecer una zanja de dos metros de profundidad. Varias casetas de obras, tubos, maquinaria y obreros ocupan el espacio. Al otro lado de la calle vallada hay un colegio. El número 64 de Doctor Esquerdo (distrito Retiro) seguirá así como mínimo nueve meses más, según indica el cartel de las obras que Metro de Madrid ha colocado en una de las vallas. La empresa pública ha previsto construir en ese espacio una subestación eléctrica y un ascensor en la vía.

Metro, responsable de la obra, dice que es el Ayuntamiento el que debía avisar y viceversa

Pero los vecinos del bloque de 98 pisos que queda en mitad de los planes de Metro protestan porque nadie contó con ellos. "¿Por qué no nos avisaron con tiempo? ¿Para qué estamos? ¿Sólo para que nos coman el coco cuando quieren nuestro voto?", plantea Peláez. "Esto es un atropello, qué oscurantismo", añade otro residente del brazo de su mujer. Ella está "muy preocupada" porque no les han dejado ni un hueco para que pase la ambulancia o el coche de los bomberos en caso de accidente.

Y, mientras, las administraciones se pasan la pelota a la hora de encontrar el culpable de no haber avisado. Una portavoz de Metro explicó que la compañía considera que cumplió su parte. La entidad que gestiona el suburbano solicitó el permiso para cortar la calle al área municipal de Movilidad. "Es el Ayuntamiento quien debe mandar la notificación a los vecinos y damos por supuesto que lo hace", añade. Desde el Consistorio, la respuesta es otra: "El área de Movilidad no es la responsable de notificar el inicio de las obras a los vecinos, sólo de señalizar", explica una portavoz municipal.

La ordenanza de Diseño y Gestión de Obras en la vía Pública del Ayuntamiento de Madrid estipula que es el "titular de una licencia" (en este caso Metro) quien debe informar a los residentes que vivan en el portal afectado por la obra. No sólo eso. También deberían haber explicado a los vecinos de Doctor Esquerdo -antes de empezar a poner vallas- el motivo de las obras y los plazos de ejecución, además de facilitar un número de teléfono para posibles reclamaciones, según la ordenanza. Todo escrito en un anuncio colocado en "un lugar visible" de los portales afectados. En la entrada del bloque de Doctor Esquerdo, lleno de paneles, no hay ningún cartel de Metro. Vicente, el conserje del número 64, asegura que nadie ha ido a colocarlo. Se encontraron las obras sin más y ahora les toca sufrirlas. De lunes a domingo. El portero explica que el primer domingo de septiembre los obreros comenzaron a trabajar "a las ocho de la mañana". Los vecinos llamaron a la Policía Municipal que, según explican, mandó una patrulla para que parase los trabajos. Pero, en cuanto se marcharon, el martillo volvió a taladrar. Los residentes también se quejan de que la recogida de basura les tiene en vela. Antes el camión podía pararse frente al portal. Ahora toca arrastrar los cubos "a las tres de la mañana" desde la entrada de las viviendas hasta el principio de la calle cercada.

El vecino que considera el proyecto "oscurantista" y que prefiere no dar su nombre -"eso forma parte del secreto de sumario", comenta en tono enigmático-, está además preocupado por lo de la subestación eléctrica. Metro reconoce que es una de las obras previstas, pero no figura como tal en el cartel de la valla, donde está escrito un eufemístico "cuartos técnicos". "¿Y si es peligroso? ¿Y si empieza a arder como ha ocurrido en Barcelona?", añade el hombre.

Los vecinos celebraron días atrás una reunión de urgencia para tomar medidas y están dispuestos a llegar "hasta donde haga falta" para conseguir información o incluso para frenar los trabajos. Para Isabel Peláez, es un problema "de formas". "Si alguien nos hubiera avisado, podríamos haber sido comprensivos, pero así no se hacen las cosas", concluye la mujer.