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Guillem Martínez retrata lo anodino de la cultura de la transición

Reconoce que su objetivo, y su deber como profesional, es inventarse productos problemáticos, que generen fricciones y describan embrollos, que se desmarquen, en definitiva, de lo que él denomina "cultura de la transición". El periodista Guillem Martínez opina que durante los últimos 30 años ha reinado en la sociedad española una cultura aburrida, exenta de tensiones generacionales, adherida al discurso del Estado y carente de espíritu crítico.

Ahora acaba de publicar estas reflexiones en el prólogo de La canción del verano (Debolsillo), un libro que recoge 30 artículos que publicó en las páginas de EL PAÍS en agosto de 2006. En ellos se dedica, precisamente, a recordar las canciones que desde 1976 han conseguido un éxito tan rápido como efímero al llegar el buen tiempo. Ese ejercicio le permite de paso hacer un retrato crítico e irónico de la sociedad que las encumbró.

"Año 1977: desaparece la censura de prensa y, a la vez, se secuestra Cambio16.

En los sanfermines la poli entra en la plaza de toros. Matan a un señor. Las imágenes de la faena aparecen en Francia. Aquí, no". Eran tiempos confusos, escribe Martínez, y la canción del verano esta vez no era una, sino dos: Son tus perjúmenes, mujer, de los nicaragüenses Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina, y El último guateque, de los Laredo. Así, a grandes trazos y con referencias a acontecimientos concretos, Martínez va repasando la evolución de la cultura española a partir de sus últimos 30 veranos. O para ser más precisos, su no-evolución, ya que, a su juicio, se trata de la única cultura europea que no genera "tensiones intergeneracionales": jóvenes y mayores piensan más o menos lo mismo.

Cejas arqueadas

Al ponerse a escribir los artículos, la idea del periodista era vincular cultura y política en su análisis. Un binomio que la cultura de la transición (CT) no acepta por conflictivo. Nacida en un momento en el que se buscaba la cohesión social para dar forma a la nueva etapa democrática, la cultura se convierte tras la dictadura en un motor de cohesión más, señala en el prólogo del libro. "La obligación de la CT desde sus inicios es no crear marrones, ya que la política ya produce bastantes dolores de cabeza. Crear algo que genera tensión se mira todavía con recelo, parece producto del resentimiento", dice Martínez, quien al presentar en sociedad algunas de sus obras ha observado como algunos le miraban con sospecha y arqueando las cejas.

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La consigna es, pues, garantizar la estabilidad y huir del conflicto: mejor eliminar problemas que describirlos. Otro de los rasgos que se atribuyen al ADN de la CT es la carencia de una crítica que evalúe con rigor. Así pues, Martínez cree que entrar en el canon depende del éxito o el fracaso comercial. Y en el mercado es donde arrasa la canción del verano, uno de los grandes exponentes de la cultura de masas: de Rafaella Carra a el Koala.

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