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Los preparativos de las elecciones generales

Rajoy trata de calmar las aguas del PP

Carlos E. Cué

Mariano Rajoy presume casi cada día, en público y en privado, de que él no toma decisiones bajo presión. Y menos si ésta no viene del partido, sino de los medios de comunicación. Tal vez por eso, una vez más y fiel a su estilo pausado, ha decidido que lo mejor cuando el agua está revuelta es no tocarla hasta que repose y se aclare. Rajoy ha convocado mañana a todos los cuadros del partido (casi 500 personas que forman la Junta Directiva Nacional) para que le proclamen candidato. Con ese acto confía en entrar de verdad en precampaña, acabar con el debate interno y externo sobre quién podría sucederle si pierde y poner punto final al verano más turbulento desde que se hizo con los mandos del PP.

Aguirre tomaría la inclusión del alcalde de Madrid como un pulso, porque ella no puede ser diputada sin renunciar a la presidencia
La mayoría de los dirigentes se impacienta porque su jefe no toma la decisión clave sobre la incorporación de Gallardón
El equipo del líder de la oposición confía en que su proclamación como candidato abra la precampaña y acalle los rumores
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Sin embargo, algunos dirigentes se impacientan porque, despejada aparentemente la duda sobre Rodrigo Rato -que hace llegar el mensaje claro de que no irá en las listas- el líder sigue sin resolver la incógnita que divide al partido y desata todos los rumores: la incorporación en la lista madrileña de Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde de la capital.

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Con Rato se da una circunstancia extraña. Salvo un pequeño grupo de enemigos que no alza la voz -los que maniobraron para evitar que fuera designado sucesor por José María Aznar-, el ex vicepresidente económico tenía a casi todo el partido entusiasmado con la idea de que formara tándem con Rajoy en Madrid, como en 2004. Y más en un momento de incertidumbre económica, en el que Rato podría representar la imagen del "España va bien" que llevó al PP a su mayoría absoluta en 2000. Pero él no quiere escuchar esa voces, incluida la de Rajoy, que le animan a volver a la política. Con Gallardón sucede algo muy distinto. También cuenta con la simpatía de Rajoy, y a diferencia de Rato, él desea ir en las listas y lo confiesa a gritos. Pero el partido, o al menos una parte significativa, no quiere.

El alcalde tiene desde hace muchos años su ambición puesta en la política nacional, y la vista le alcanza hasta la presidencia del Gobierno y el liderazgo del PP. Pero también desde hace muchos años, apenas tiene base en el partido desde la que tomar impulso. Y menos en Madrid, el feudo donde ha conseguido cuatro mayorías absolutas consecutivas. En la calle le quieren, en su casa le apartan. Sus enemigos insisten en que él nunca se ha trabajado el partido.

Todas sus escaramuzas para engancharse al tren de la política nacional han sido inútiles. Tras las últimas municipales convirtió su deseo de acompañar a Rajoy en un grito casi desesperado que ha desatado una tormenta en el partido, agravada por la intervención de Manuel Fraga, un hombre con quien Rajoy nunca ha tenido especial sintonía. Hasta ese momento, casi todos los dirigentes consultados, incluidos muchos de los que detestan al alcalde, asumían que Rajoy lo llevaría en su lista. No en vano lo puso en maitines, la cúpula del PP, en vez de colocar allí a Aguirre, orgánicamente mucho más relevante como jefa del partido en Madrid. Aunque ahora esos mismos coinciden en que tal vez ha ido demasiado lejos al hacer públicas sus aspiraciones.

Para Rajoy, incorporar a Gallardón supone echar un pulso definitivo a Aguirre. Y nadie sabe cómo acabaría. Cuando ella quiso ser presidenta del PP de Madrid, y el líder prefería que siguiera Pío García Escudero como hombre de consenso, ella no escuchó a Rajoy, hubo guerra, y la ganó de forma humillante para el alcalde.

"La presidenta no puede aceptar eso. Ella tiene sus aspiraciones, como Gallardón. Y tiene que estar en igualdad de condiciones. Si ella no es diputada [tendría que renunciar a la presidencia de la comunidad de Madrid] tampoco el alcalde. Ella sabe que su futuro político depende en parte de esa decisión de Rajoy. Si Gallardón llega a ser líder, lo primero que haría sería vengarse de ella. Si Rajoy se empeña en ponerle tendrá que asumirlo, pero no creo que lo haga sin una gran batalla en público", señala una persona que conoce bien a Aguirre. El alcalde espera ir en la lista, aunque hubiera preferido que también Rato estuviera allí para evitar suspicacias sobre la posible sucesión.

En el entorno de la presidenta insisten en que la idea de que sólo se puede ayudar a Rajoy acompañándolo en las listas es una moto que ha conseguido vender el propio Gallardón. Rato, dicen, puede hacer mucho por Rajoy con el simple hecho de hacer mítines conjuntos, de estar en Madrid, de hacer política, de aparecer en los medios. Y Gallardón también.

De hecho, lo que Aguirre ofrece al alcalde como premio de consolación es que vaya en las listas al Senado. Así estarían en igualdad de condiciones. Ella -como Rato o cualquier otro- puede ser senadora por designación autonómica en cualquier momento, pero nunca diputada. Ése es su gran drama en la carrera por la sucesión. Sólo hubo un líder del PP que no era diputado, Antonio Hernández Mancha, y fue un fracaso total. El equipo de Aguirre ya está instalando la idea, por si acaso, de que el Senado ha cambiado mucho ahora que el presidente acude cada mes a las sesiones de control, y que se puede ser líder de la oposición desde la Cámara alta.

Otra batalla clave de las listas, el lugar que ocupe el alicantino Zaplana -enemistado con el presidente valenciano, Francisco Camps- discurre más en sordina. "Irá por donde pida. Es el portavoz parlamentario y este es un partido serio", concluye un dirigente tradicionalmente enemistado con Zaplana y con acceso directo a Rajoy. El entorno del portavoz coincide en esta idea.

La docena de miembros de la cúpula consultados esta semana coinciden en señalar que para Rajoy es muy importante no decidir ahora porque demostraría que actúa bajo presión de los medios. Sin embargo, la mayoría de ellos se impacienta y piensa que el líder debería dar cuanto antes alguna señal que acabe con las especulaciones.

Sobre todo ahora que es clave para el PP hacer brecha en el discurso económico. "Todo iba de cara para Zapatero hasta que llegó el dato del paro de agosto. Él decidió no adelantar las elecciones, y eso puede confirmarse como un error", señala otro influyente diputado que recupera la frase de James Carville, asesor de Bill Clinton en 1992, que le ayudó a ganar las elecciones contra George Bush padre, pese a que éste venía de ganar la guerra del Golfo Pérsico: "¡Es la economía, estúpido!".

La lucha antiterrorista y el modelo de Estado seguirán siendo eje del discurso, pero la economía entrará cada vez más. La cúpula asume estratégicamente que el Gobierno ilegalizará ANV si hay un atentado mortal, lo que acabaría con otro argumento de oposición.

En el PP todos coinciden en que, a pesar del pésimo verano que han vivido, la batalla está muy abierta y los números que manejan ellos y los que se publican en los periódicos les animan mucho. "El escenario está más abierto que nunca. Por eso hay tantas turbulencias. Es una guerra psicológica. Y ahí se han visto algunas debilidades del partido. Hay gente que está pensando en el día después, tanto si ganamos como si perdemos. Y Rajoy no tiene, como Rato o Aznar, un grupo sólido de fieles en todo el partido, de marianistas, que puedan parar operaciones extrañas. Tampoco tiene un grupo opositor, pero no ha logrado impedir que la gente hable y nos meta en problemas", resume uno de los convencidos de que la victoria está al alcance de la mano.

Otro dirigente, acostumbrado a los detallados análisis electorales, no olvida que Rajoy ha sido cocinero antes que fraile: era el jefe de campaña de Aznar, el que se conocía al dedillo todos los datos, el que le ayudó a la mayoría absoluta de 2000. Y resume así la situación política:

"Zapatero es un jugador intuitivo. Sin la prudencia de la experiencia, cree que las elecciones se ganan con tener psicología de ganador. Mariano, que es un apacible espectador que lo ha visto todo, sostiene que la matemática está de su parte, y tiene razón. Ganará el que sea más humilde con los españoles y el más realista".

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