El curso
Nunca se ha esperado tanto de tan poca gente en tan poco tiempo. Con el comienzo del curso, la esperanza está por las nubes en la televisión pública, no sólo porque ya no hay la excusa de la falta de tiempo en preparar la nueva parrilla de programas sino por la responsabilidad añadida de las últimas disposiciones gubernamentales que, lejos de hacer de la tele el opio del pueblo, pretenden convertirla en madre y maestra de las masas iletradas. Y todo antes de marzo. ¿O, caso de ganar, el PP respetaría los pactos de neutralidad televisiva? Muchos lo dudamos.
Volviendo a lo que hay. Ramón Colom, que sabe mucho de TV y de TVE, pues no en vano estuvo (con eficacia) seis años al frente de la casa en la década pasada, se mostró optimista en un artículo publicado en Fotogramas respecto al equipo actual, y yo me tomo en serio sus apreciaciones. Según Colom, el nuevo director de TVE dispone en el nuevo organigrama de las competencias que se le escamotearon al anterior, Pérez Estremera, siendo tanto Pons como el súper-señorito del Ente, Luis Fernández, gente progre y moderna, con un deseo de hacer cosas tan imperioso que "les pone a cien la adrenalina". A ver cómo nos la ponen a nosotros.
La risa y el debate llenarán, naturalmente, una gran parte de la parrilla de TVE-1, donde quizá, si la presión de la competencia se concreta, haya que reducir de 12 a 9 los minutos de publicidad por cada hora. Mis ojos están más atentos a La 2. ¿Se programará buen cine español y de autor con abundancia y sin alevosía horaria? ¿Cómo será en los libros la "sucesión Rioyo"? ¿Volverá el teatro filmado? Mientras tanto, las privadas se mueven, destacando en ese campo los diez programas que prometen cambiar el mundo anunciados por Antena 3, y la pugna de Cuatro por alcanzar el 10% de cuota de pantalla, extendiendo su ya consolidado dominio en las series con una mayor atención a formatos espectaculares, así como una inmersión más profunda en las procelosas aguas de la mañana y la sobremesa. Great expectations.
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