"¿Por qué permitimos que nos gobiernen psicópatas?"
Algunos consideran a Marc Dugain el nuevo Dumas de la literatura francesa. El autor del best seller llevado al cine, Pabellón de oficiales, y de La maldición de Edgar sube a los escenarios por primera vez de la mano de Josep Maria Flotats que estrenará Stalin -adaptación de una parte de su última novela Une exécution ordinaire- el día 18 en el Teatro Tívoli de Barcelona
"En esta obra trato de describir la tragedia del hombre corriente frente a Stalin"
Marc Dugain (Senegal, 1957) tiene algo de personaje de una de las novelas que escribe. Su vida, salpicada, como la de todos, por hechos históricos, no está exenta de excepcionalidad, algún que otro acontecimiento que raya con lo fantástico, una carismática personalidad y un castillo en el Périgord francés. Este nuevo maestro de la novela histórica, claro heredero de Dumas, ya ha sido apodado como el golden boy de las letras francesas, debido a que desde que inició su tardía vocación de escritor en 1998, siendo ya cuarentón, no para de vender ejemplares de sus hasta ahora cinco novelas, cada vez traducidas a más idiomas, ganar premios y cosechar elogios. Su primer libro, La chambre des officiers (El pabellón de los oficiales), le proporcionó una veintena de premios literarios, unos 300.000 ejemplares vendidos y la adaptación al cine de Françoise Dupeyron, con más de 600.000 espectadores.
En España su literatura aún no ha penetrado tan abiertamente a pesar de las buenas críticas de lo publicado hasta ahora: El pabellón de los oficiales y La maldición de Edgar. En cambio va a ser España el país en el que Dugain suba por primera vez a los escenarios. Será con Stalin el próximo 18 de septiembre en el Teatro Tívoli de Barcelona y de la mano del director y actor Josep Maria Flotats, quien ha traducido al catalán y adaptado al teatro una parte de su última novela Une exécution ordinaire.
Curiosamente, el mismo fragmento del que Dugain está haciendo un guión con el que debutará como director cinematográfico dentro de unos meses con Je ne suis que Stalin (Sólo soy Stalin). La tercera película sobre su obra se hará el año que viene en Estados Unidos, donde se prepara la versión cinematográfica de La maldición de Edgar, novela en la que recrea la vida de Edgar Hoover, jefe del FBI desde 1924 hasta 1972.
Antes de ese triunfal aterrizaje en la literatura había pasado su infancia en Senegal, donde nació y vivió hasta los siete años. Una infancia y adolescencia marcadas por su vida en el castillo La Valette-du-Var, propiedad de su abuelo, el que le contó la historia que noveló magistralmente en su primer libro. Cursó estudios en esas universidades francesas en las que forman a grandes políticos y hombres de negocios y terminó siendo propietario de una compañía aérea (Proteus Airlines) que vendió en el año 2000. Fue entonces cuando dio un giro copernicano a su vida, que transcurre entre Casablanca (ciudad que quizá cambie por algún punto de España), su castillo y un estudio en el parisiense barrio de Montparnasse.
Une exécution ordinaire aborda los últimos 60 años de la historia de Rusia a través de una familia finalmente marcada por el accidente del submarino Koursk, en el año 2000, en el que fallecieron 118 militares. La parte elegida por Dugain y Flotats para llevar al cine y al teatro, respectivamente, transcurre en el Moscú de 1952, durante los últimos meses de vida de Stalin y en torno al escándalo de las batas blancas, cuando se acusó a un grupo de médicos judíos de envenenadores de líderes políticos. "Hablo de una persona normal, pero fagocitada, destruida, tragada, masticada y vomitada por Stalin; trato de describir la tragedia del hombre corriente frente a Stalin", dice Dugain, quien ya manejó los hilos de la historia para novelar en su primer libro, escrito sobre el relato que su abuelo le hizo sobre una experiencia personal en la I Guerra Mundial. Una novela que destila un patriotismo sólido e incuestionable: "Históricamente fue así y decidí respetar esa verdad, se lo debía a mi abuelo, yo no soy nada patriótico, soy simplemente europeo, claro que habría que preguntarse si nos hemos olvidado de ser patriotas europeos".
Dugain, que por generación estuvo más cerca del movimiento hippie que de Mayo del 68, es un apasionado cinéfilo; sus novelas tienen algo de thriller además de un curioso aroma shakespeariano, incluida la obscenidad de los personajes a la hora de conseguir aquello que persiguen, que suele ser el poder. Es el caso de Stalin: "Prácticamente nadie se pregunta sobre él y eso que supuso la caída y el fracaso del comunismo, toda una tragedia en función de ilusión perdida", señala Dugain, para quien la utopía del comunismo no era mala en sí misma: "Es una idea moderna y actualizada del cristianismo, en realidad es una fórmula para reemplazar a Dios, un asunto judeocristiano".
Por lo que se ve, no sólo leyéndole, existe en Dugain una clara inclinación por el psicoanálisis: "En realidad abordo la cara psicoanalítica del poder; en el ansia de poder siempre hay una psicología muy particular". Su reflexión le lleva a comparar a Stalin y a Hitler: "Ambos fueron maltratados por sus padres y en el caso del dirigente soviético, su padre era extremadamente violento con su madre y con él, seguramente debido a que sabía que el padre biológico de Stalin no era él, sino un religioso. Los que han sido maltratados de pequeños encuentran dificultades para distinguir entre el bien y el mal". Para Dugain ello conduce a un interrogante: "No sé por qué nuestra sociedad permite que nos gobiernen psicópatas como Hitler, Stalin, Pol Pot
...; ¿por qué les dejamos?; lo cierto es que no tienen límite y pueden decir una cosa y su contraria casi al mismo tiempo, no hay una moral". Ya puestos también le corta un traje a Putin. "Nos lo presentan como un personaje educado, moderno, simpático, agradable, yudoca, encorbatado, pero en realidad es un Stalin, lo que pasa es que no tiene los mismos medios, es un miniestalin".
Para el futuro se dibujan otros personajes históricos a los que diseccionar. Pensó en Mao Zedong, pero abandonó la idea y ahora quiere atreverse con Jesucristo o más bien con la utilización política del personaje: "Es curioso que los cristianos cojan como profeta a un judío y se sirvan de él para crear el antisemitismo".
"Uso la historia para desmantelar las ficciones del poder"
EN UNE EXÉCUTION ordinaire, Dugain habla de todos los demonios de la Rusia contemporánea: "El título hace referencia a los 23 supervivientes del Koursk que se hubieran salvado si Putin no llega a retrasar la intervención del equipo de socorro occidental", dice.
En todas sus obras siempre recurre para contar su historia, muy distinta de la oficial, a la intriga, el humor y una privacidad que sólo el psicoanalista del personaje abordado podría describir. La ironía en sus libros se convierte en una válvula de escape para que los lectores despresuricen la tensión a la que somete su escritura. "La tragedia pura es una mierda, no habla de la vida, y la comedia pura, otra mierda, sólo es una futilidad, cuando uno ríe todo el tiempo no se ríe, es una forma de cobardía, pero sin humor no se produce una auténtica mirada sobre algo".
Dugain no escribe de los errores del pasado. Como los clásicos, tiene la extraña habilidad de utilizar piezas de nuestra historia, más o menos contemporánea, para hablar de lo que nos pasa hoy. "Todo está delante de nuestras narices, da lo mismo, si mañana se acaba el petróleo o el agua, la bronca empieza de nuevo; quiero que comprendamos los mecanismos del poder", y añade utilizando la terminología del materialismo histórico, "ya sé que hay condiciones históricas que hacen que las cosas pasen o no, pero aunque haya una evolución, en Europa seamos ricos, mañana mismo podríamos volver a empezar". Mientras, Dugain reivindica su oficio como creador de ficciones: "La tentación de los políticos y del poder en general es contar la historia como una ficción y no se dan cuenta de que ése es mi oficio, el trabajo de ellos es otra cosa; quizá por eso retomo la Historia, para desmantelar sus ficciones".
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