Pisos para muñecos
Una, dos, cuatro, siete, diez. Más de una decena de publicaciones relacionadas con decoración de viviendas se alinean en el quiosco al lado de mi casa. Miento. De casa de mis padres, la que tanto ellos como yo queremos que abandone con la finalidad de que cobre autonomía e independencia. Lamentablemente, esto se convierte en una tarea difícil de llevar a cabo. No porque la puerta esté cerrada, sino porque las otras no están abiertas. Y si lo están y echo un vistazo a la (no) oferta del piso que estoy visitando, me encontraré con un dígito plagado de ceros a la derecha. Se me escapará una amarga carcajada y me hundirá una impotencia a la que ya me voy acostumbrado. Decidiré pasar por el quiosco: "Buenos días, señor. Deme los últimos números de esas revistas de interiorismo". Las consultaré para seguir amueblando mi granja de Playmobil.
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