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Crítica:Málaga en Flamenco '07
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De la algarabía a la intimidad

El último de los conciertos de la Playa del Palo, tercero del ciclo dedicado a Paco de Lucía, trajo al por tanto tiempo percusionista de su sexteto, el brasileño Rubem Dantas, quien vino acompañado de una más que nutrida banda. En primer lugar, y en formación de noneto, presentó los temas de su reciente grabación Festejo. Jazz contemporáneo de raíces étnicas cimentadas en una potente sección de ritmo multipercusiva, pero completada con unos estilizados arreglos de metales. Con un amplio espectro cromático y cierta sofisticación, Dantas expuso unos argumentos de inspiración variada con referencias brasileiras pero también flamencas, especialmente en la recreación de la Danza del fuego, de Falla, que se tiñó de un color inequívocamente latino.

Festejo / Barcos de Plata

Rubem Dantas y su banda con quinteto flamenco. Playa del Palo, 20.00. Encarna Anillo. Artistas invitados Carmelilla Montolla y José Anillo. Castillo de Gibralfaro, 23.00. Viernes 31 de agosto.

La segunda parte, con la entrada del quinteto flamenco, estaba destinada a la reinterpretación de temas tanto de Paco de Lucía como de Camarón, y aunque constituyó apenas un boceto de intenciones, dejó destellos de originalidad en el tratamiento. Primero con unas bulerías al golpe en la que se establecieron unas curiosas armonías vocales y, a continuación, con el Zyriab de De Lucía en el que entraría ya toda la banda en una suerte de apoteosis final al compás de Canastera.

Poco después, y arriba en el Castillo, la cantaora Encarna Anillo presentó su primer disco en solitario con una puesta en escena generosa y cuidada al extremo. Una envidiable nómina de guitarristas -Juan Diego, José Manuel León y Eduardo Pacheco- e invitados de importancia como su hermano José y Carmelilla Montoya. Pero, sobre todo, el cuidado estuvo en la forma de cantar de la gaditana, que ofreció una amplísima gama de estilos tratados con exquisitez. Encarna supo transitar del quejío firme a la palabra dulce diciendo el cante con una madura templanza.

El recital fue también generoso en la extensión, con todos los temas de su disco ordenados, cambiando de acompañamiento en cada caso, y reservando para el final un bis que no hizo falta pedir: el homenaje por bulerías a La Perla de Cádiz hecha fuera de micros y al golpe (hubieron de subir una mesa). Antes, y en esa clave de esmero, Encarna había ido desgranando estilos con un marcado tinte melódico, una querencia hacia la canción que se plasmó en las bulerías firmadas por Farruquito, en la zambra de su hermano (homenaje a La Salvaora), en las alegrías que dan titulo a la grabación o en la milonga que interpretó junto a un Juan Diego que impone la calma y el sosiego en todo lo que toca. Pero también hubo cantes de compás con las soleares, unas bulerías -con baile de Carmelilla-, y, sobre todo, con los tangos trianeros en compañía de Carmelilla.

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