_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Movimiento

Las autoridades vaticinaban la otra noche 991.000 coches en circulación por Andalucía al final de la fuga de agosto, entre el viernes a primera tarde y la última hora del primer domingo de septiembre. Tiene la autoridad una precisión prodigiosa, religiosa: exactamente 516.000 coches en Andalucía Oriental, 475.000 en el occidente de la región, multitudes móviles que huyen del aburrimiento. El otro día no podía dormirme y leí un artículo que se llamaba precisamente El dulce aburrimiento: "En la huida del aburrimiento se funda la economía mundial", escribe Gianni Vattimo. Han inventado el ocio rentable: moverse gastando dinero. Ésta es la religión más practicada, con sus iglesias llenas: gasolineras y centros comerciales. En la calle de San Miguel, en el pueblo fronterizo entre Málaga y Granada del que casi no me muevo en los últimos tiempos, hay un supermercado donde, también el otro día, una señora entró en bikini e inmediatamente le dieron una camiseta para que se cubriera, como hacen con las turistas en las iglesias italianas y españolas.

Tanto coche en marcha sugiere que es insoportable no moverse. La vida es contraria a la inmovilidad. El aburrimiento es un pecado. Disminuir la velocidad es pernicioso. El ministro de Economía, Solbes, amenaza con que "habrá una suave desaceleración", y se refiere al crecimiento económico, no a la autovía de vuelta a casa. Inmovilizar dinero es un error en economía. Ser un inmovilista significa, en ideología y política, estar dotado de una cerrazón peligrosa. Pero la coyuntura económica futura, la profecía científica de estos días, nos invita a la desmovilización general, a gastar menos energías, porque la subida de los precios no será suave, y más caros serán el pan y la leche, la gasolina, los huevos y la carne.

La cosecha de cereales ha sido mala, dicen, pero la Asociación Andaluza de Jóvenes Agricultores prefiere hablar de movimientos especulativos de los industriales y los comerciantes al por mayor. Esta movilidad avariciosa presagia más inmovilidad general, más aburrimiento, es decir, menos dinero en la calle. El partido de la oposición, el PP, agita los altos precios y los bajos sueldos para ver si cae el Gobierno del PSOE. Yo me acuerdo de los viejos años setenta, cuando los demócratas, ilegales y empeñados en derribar un régimen, añadían a su petición de derechos humanos la protesta contra la carestía de la vida. Esto les daba cierto prestigio de apego a la realidad, los salvaba, o eso creían, de ser tomados por meros soñadores de libertades y derechos humanos. Pero hablar ahora de combatir la carestía parece más bien puro idealismo, irreal, a no ser que, en contra de lo que sostienen el PP y el PSOE, sea mentira que la economía es inapelable y matemática, lo que ellos nos digan científicamente. Suena a sueño, a idealismo desquiciado, hablar ahora de carestía, es decir, apelar a lo menudo, a lo ínfimo, al humano precio del pan, al salario. Hoy la crítica política apenas toca la gestión económica, y se hace en torno a hechos de delincuencia común, prevaricaciones y cohechos, y a catástrofes mecánicas o naturales más o menos azarosas. El azar es el gran agente político del momento, como si fuera el signo de una sabiduría superior.

Pongo música, todavía una de mis malas costumbres que mueven dinero. Oigo una canción de Richard Hawley, Valentine. Pensaba que hablaba de una mujer, Valentine, pero habla de marcas de whisky. "No necesito ni Valentines ni Roses", que sólo me llevan al pasado, dice el cantante. Gianni Vattimo me propone el aburrimiento, la inmovilidad y el vacío zen, todos quietos y con la nevera menos llena, meditando. Oigo otra canción: Rufus Wainwright canta, con su hermana Martha, una canción de Loudon Wainwright, su padre: One man guy. "La gente medita: ¡qué estupendo es intentar encontrar el Yo interior!", dice la letra. Creo que el Yo exterior lo buscamos saliendo de compras. Lo más rentable es moverse. Ahí está la pesadilla de las hipotecas móviles, gran invento, muy rentable, vender ayer dinero para cobrarlo hoy al precio que al vendedor de dinero le convenga mañana. Vienen días de poca liquidez, de retirada de fondos. Algo hemos hecho mal y los padres del mundo nos bajan la pensión, el dinerillo para los gastos semanales. (Entre nosotros: estoy un poco deprimido).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_